Residencia Maldita
Como cada noche al salir de la
facultad y regresando a mi dulce morada, mi ruta era el Camino Negro hasta el
empalme con la Av. Gral. Paz y el acceso a mi barrio. Todos los días, en
diferentes horarios, hacia el mismo recorrido, las mismas calles, prácticamente
la misma gente parada esperando el colectivo.
Cierto día un accidente me obligó a
desviarme de la monótona ruta y tomé la colectora de Gral. Paz. Como estaba
congestionada, doblé en Corrales y
retomé por Saladillo, tres cuadras antes
de la Av. F. F. de la Cruz, cuando me topé con una vieja casa que atrajo mi
atención.
Tenía el aspecto de una casa de
estilo europeo, como si fuera un mini castillo anglo sajón, muy raro en la zona y con características de
terreno muy amplio. Llegue a pensar que se juntaban cuatro lotes de frente con interminables
fondos y parques colindantes a este caserón de principios del siglo XX o quizá
del siglo XIX. Me cautivó su estilo, ya que
me interesaban las propiedades, la historia del arte y las construcciones
de épocas pasadas. Tenia un proyecto de investigar sobre mansiones y castillos,
como hobby, y encontrar esta casona me venia de maravillas para empezar los
trabajos de investigación A partir de ese día, cambie mi camino de
regreso por la ruta donde estaba esta mansión, para poder interiorizarme de sus
movimientos y un día tocar el timbre.
Casi sin darme cuenta dejaba volar
la imaginación en torno a este monumento histórico que contemplaba cada día
durante el último año de mi accidentada
carrera de Martillero Publico Nacional.
No había sido fácil mi paso por la
universidad. La carrera que tenia que durar tres años me costo el doble. Cada
materia era un desafío. Cada examen estaba rodeado de incidentes en los cuales
me involucraba sin razón. Con mucha fuerza de voluntad y contra viento y marea,
termine.
Una vez recibido, ya siendo
profesor de la Universidad, me correspondía el mismo trayecto para regresar a
mi casa y pasaba tres veces por semana por el mismo lugar. Aunque tenía la
posibilidad de tomar un camino alternativo, insistía siempre en doblar en esa
obscura esquina de la salida de la colectora de Gral. Paz, para dar la vuelta
en la calle Saladillo y pasar por los casi 30 metros del caserón de Lugano.
Un día me percaté de que sea cual
fuera el horario en que pasaba por la casa, nunca veía movimiento de gente, ni
dentro ni fuera de la mansión. Un hecho curioso, ya que su mantenimiento era
ejemplar. Los hermosos jardines que completaban el contorno de la casa, las
veredas recién barridas, las rejas perfectamente conservadas, ni una marca de óxido se veía cuando uno pasaba el dedo
por esos hierros artísticos. Un cuidado extremo.
El lugar tendría una legión de
empleados y sirvientes, jardineros y operarios de maestranza que se ocupaban de
dejar la vivienda en óptimo estado. Pero aunque pasara de día, tarde, noche; en
diferentes horarios cuando iba o volvía, no podía ver persona alguna, ni perros
ni gatos, característicos de esas
grandes extensiones de tierra.
Tal vez el horario en que me manejaba
era asincrónico con el de los empleados. Como yo pasaba con el auto martes,
jueves y sábados, podía ser que la gente trabajara lunes, miércoles y viernes;
también podía suceder que trabajaran los fines de semana. De cualquier manera
ya me había obsesionado con la casa y decidí, fuera de mis horarios laborales,
visitar el lugar mas seguido, incluso montar guardias para capturar algún
movimiento.
Confeccioné una planilla a modo de
hoja de ruta para tener los movimientos de la casa muy bien detallados. Llegué
a trasladar mi pasión desenfrenada por la casa a mi familia, acompañandome a
hacer guardia. Llevábamos la canasta con comida como si fuéramos de picnic,
facturas, mate, entretenimientos y la cámara de fotos.
Al pasar los días la intriga
inundaba todo mi cuerpo y mis pensamientos. No podía creer que semejante
mansión se mantuviera tanto tiempo sin asistencia humana… me detuve en ese
pensamiento y un escalofrío me recorrió la espalda, una descabellada idea
emergió de lo mas profundo de mis sentimiento, ¿sería posible que…?
Ya caída la noche de uno de los
tantos días en que hacia guardia, y ya sin la compañía de mi familia (ante la
cual me estaba transformando en un desquiciado por todo este asunto), percibí
una extraña sensación, como si un pensamiento me invadiera y no pudiera
despejarlo de mi mente…
”Entra, entra…”. Sacudí la cabeza
como para borrar esas palabras, ese sonido provenía de la casa, podía sentir
una fuerte atracción que me empujaba a entrar… inmediatamente encendí un
cigarrillo y me quedé observando el interior de la mansión. Esas palabras no
dejaban de rondar en torno mío, alrededor mío, ¡ahora las podía escuchar! No
solo en mi interior sino alrededor mío, susurros al oído.
- Ya me estoy volviendo loco –
pensé -, mientras las voces cada vez más
intensas me invitaban a entrar a la casona.
Decidido a terminar con esta locura
tome valor y me dirigí hacia el enorme portón de hierro de este cuasi castillo
que ahora empezaba a ver más de cerca. Al llegar a la entrada una suave bruma
invadió los parques y jardines del lugar. A medida que avanzaba las voces se
iban multiplicando y todas me susurraban…Entra…entra…
Casi sin tocar el picaporte la puerta se
abrió. Un gélido sudor recorrió mi espalda produciendo un feo escalofrío, a la
vez que me recriminaba el hecho de haber entrado… ¿Que hago aquí? –pensé. Este
lugar fantasmagórico empezaba a inquietarme. No se veía tan atractivo como
desde afuera; el lugar era tétrico, con bruma de pantano, con olor a
cementerio…
¿Dónde estaban esos hermosos parques
que se veían desde afuera?; ¿Y cómo había cambiado el clima tan rápido?, tantas
preguntas insultaban mi anulada inteligencia machacada por tanta obsesión.
Una vez adentro me sentí diferente.
Las palabras que escuchaba afuera, se habían vuelto un susurro permanente, un
confluir de cientos de voces desembocando en mi cabeza como esperando mi
llegada, como si desesperadamente me necesitaran, como si contarme lo que les
había pasado aliviara su pesar…estaban sufriendo, estaban atrapados…eso me
decían. Pero… ¿Dónde estaban?
A medida que recorría los jardines
de la mansión las voces se volvían cada vez más nítidas pero la claridad de los
sonidos se enturbiaba con la cantidad de personas…de gente…de almas que los
emitían. A medida que me estaban enloqueciendo los barullos en mi cerebro,
empecé a sentir una extraña presencia que me abordaba, que me abrazaba y al
mismo tiempo mi cuerpo empezaba a sentirse débil. Me asusté y en un arranque de
pánico empecé a correr hacia una puerta que vi. cerca. Al llegar al umbral
resbalé con un charco de agua y me golpeé la cabeza contra el picaporte, caí de
boca y me desvanecí por un momento.
Apenas abrí los ojos, caído en el
suelo mojado del umbral, vibraciones mezcladas con zumbidos empezaron a
atormentarme. Sentía presión en los parietales, inflamación de los lóbulos
oculares, a la vez, percibía la presión sanguínea a punto de estallar, la nariz
sangraba a borbotones. Los zumbidos iban y venían, entraban y salían por mis oídos,
no podía pensar, solo sentía más y más las presencias tironeándome hacia
arriba, luego hacia abajo, entrando y saliendo de mi cuerpo, era como morir y
nacer cientos de veces... Luego se calmó.
No sé cuánto tiempo permanecí
tirado, despierto, con el cuerpo inerte, solo mis ojos podía mover pero no veía
nada, las voces habían acallado, las vibraciones también habían cesado y no
sentía nada alrededor. Corrió por mi mejilla una lágrima y mis ojos se
cerraron.
No se cuánto tiempo estuve tirado
en el piso húmedo y frío de esa horripilante noche en la que sentí la muerte y
la vida como en mundos paralelos, como si estuvieran divididos por un film tan
delgado como un cabello, y en los cuales no había ni pasado, ni presente ni
futuro. Una eternidad en un solo segundo, un espacio sin tiempo y a la vez un
tiempo sin espacio.
Al fin desperté con un sobresalto y
preguntándome que había pasado. ¿Habría vivido realmente esos acontecimientos o
los habría soñado? Mire mi reloj y se había detenido. Quería saber la hora
porque apenas asomaba el crepúsculo así que revisé mi celular pero estaba con
la batería agotada. De repente empecé a ver gente que salía de la casa
principal.
Uno a uno desfilaban las personas,
vestidas con diferentes tipos de ropa. Mamelucos de trabajo, saco y corbata,
remera y jeans, short, remera y ojotas, una señora con delantal de cocina, otra
con delantal de maestra jardinera…extraños vestidos de época, señoras con
sombreros adornados y hombres con galera. Salía gente de todas las épocas,
estaba desconcertado.
Caí sentado en el pasto, anonadado,
mirando como más y más personas salían de esa casa y no podía explicarme como cabía toda esa gente ahí
dentro.
Los misteriosos habitantes que
había descubierto empezaron a realizar las más variadas tareas. Un grupo
cortaba el pasto, otro levantaba el excremento de los cientos de perros que
habían aparecido de repente, un grupo de trajeados limpiaba las rejas de la
entrada y atrás unas señoras les hacían retoques de pintura (ahora entendía
porque estaba todo tan limpio) mas atrás había gente levantando hojas caídas,
podando arbustos, limpiando ventanas y barnizando las maderas de las aberturas
de toda la casa. Perseverantes y eficientes, los trabajadores no descansaban.
Pero, ¿quienes eran estas personas?, ¿una asociación de amigos de la casona de
Lugano?, ¿Por qué no los había visto cuando montaba guardia esos interminables
días y noches de vigilia?
Me dirigí hacia un grupo que no
estaba lejos, al parecer se encontraban arreglando unos postes bajitos que
contorneaban el camino que iba desde la entrada hasta la mitad del terreno.
Mientras caminaba observé a los extravagantes obreros realizar su labor con
extrema dedicación, sin parar, como si estuvieran mecanizados u obsesionados
con su tarea. Pero al acercarme, ellos se alejaban. Intenté con otro grupo y lo
mismo. Me acercaba y se alejaban. Sin mirarme, sin siquiera darse vuelta para
ver cuan cerca estaba de ellos. Estaba próximo a la unidad principal del casco de la mansión,
de donde había salido esta horda de mantenimiento humano, y me acerqué hacia la
puerta. Obviamente y como había imaginado mientras me acercaba la puerta se
abrió. Una mujer de apariencia sencilla y ojos enormes y negros, fijo su mirada
en mí, lo que me llevo a acercarme y para mi sorpresa ella no se alejó, al
contrario, me invito a pasar. – Entra…entra, susurro la extraña dama, las
mismas palabras que me habían llevado a entrar al caserón.
- Veo
que todavía no te has conectado con los demás – me dijo la mujer. Sus palabras
penetraron en mi mente directamente.
- No
se de que habla madame. Ni siquiera puedo acercarme a ellos… pero ¿Quiénes son
esas personas? ¿Quién es usted?– pregunté en voz alta, mientras ella, de manera
suave, me respondía telepáticamente
A través de sus pensamientos me
hizo comprender cuál era la situación. Toda esa gente, ella misma y yo habíamos
sido atrapados por la casa. El caserón poseía alma propia, ¡estaba viva! Era
una entidad con mucha fuerza espiritual, incomprensible para nuestra
inteligencia, con una historia de eones de tiempo sobre la tierra y después de
vagar eternamente sobre la tierra y sobretodo por estos lugares fue invocada en
una sesión espiritista en el 1900, penetró en la casa y no pudo salir más, a
pesar de su intensa fuerza extraterrena, ella misma quedó atrapada. En su
cautiverio, dominó la casa y atrapó a sus habitantes. Desde esa época la casa
permaneció así. Quienes se acercaban con interés terminaban cautivos del
fenómeno y terminaban sumándose a las huestes de almas que satisfacían sus
necesidades para mantener la casa en estado óptimo, como una estrategia para
que nadie dudara de que estuviera inhabitada de personas…vivas.
Pero la moradora eterna, esta alma
sin destino no quería quedarse para siempre, buscaba denodadamente la salida de
ese encierro, ella estaba acostumbrada a vagar por la superficie, por los
éteres de este mundo y hasta que la devolvieran a su esencia seguiría atrapando
gente por los siglos de los siglos y solo había dos formas: otra sesión
espiritista o vender la casa, pero no la podía vender cualquiera…tenia que
saber de caserones antiguos, debía poseer un verdadero interés cultural en el
inmueble y por sobretodo estar habilitado.
Después de escuchar, o sentir todo
lo que me dijo mentalmente, con una voz suave y tierna, se dirigió a mí en voz
alta.
- Después
de estar en tu mente me di cuenta porque no has muerto todavía – me confesó la
mujer.
- Sea
más explícita por favor, señora. - Le
demandé.
- Tú
eres el último. Tu eres el que tanto esperamos, el que tanto esperó ella.- Me respondió aquella señora con entusiasmo.
Sus palabras llenas de expectativa
me dejaron perplejo. No solamente me había salvado de una muerte que ni
siquiera tenía contemplada, sino que me había convertido en una especie de Neo
en Matrix escuchando a la Pitonisa diciéndome que era el Elegido.
Mi formación jurídica me había
vuelto escéptico de las cosas irracionales,
pero a la vera de los hechos ocurridos no podía dejar de creer en todo
esto. Tu eres el último, el que esperábamos- había dicho esta ahora simpática
señora, pero… ¿El último por qué? ¿Qué tenía de especial que no tuvieran
aquellos que anteriormente habían sido sometidos al limbo junto a este
espíritu?
Volví mi atención a la mujer que
seguía mirándome casi con admiración y le pregunté:
- ¿Todavía
no te has dado cuenta? Todos los que han venido a la casa fueron importantes
para su funcionamiento, para su limpieza, para su belleza, para su
mantenimiento en general, pero tú tienes una cualidad especial.
- No
entiendo – expresé
- Por
eso no has muerto, ella vio que tú tenías las cualidades para terminar su estadía
en esta mansión, al fin había llegado la persona correcta.
Luego se desvaneció en el aire,
como una bocanada de vapor. En mi mente escuche las palabras – Gracias a ti.
Aquellas palabras me conmovieron de
una manera especial. La casa se iluminó repentinamente y una sensación me
empujo hacia un pequeño mueble, un cajón se abrió. En él, un sobre lleno de
papeles tenía mi nombre con una leyenda:
AT: MARCELO RODRIGUEZ
ABRIR 15 DE NOVIEMBRE DE 2008
Las puertas y ventanas de la casa
se abrieron penetrando en ella la luz de sol, aproveche para echar un vistazo a
los hermosos relieves que tenían las paredes y la decoración de época tan
finamente construida y por supuesto en perfecto estado de conservación. Salí al
parque y mire el portón que se abrió de par en par invitándome a salir. Por una
extraña razón y aunque había pasado momentos duros y peligrosos, me costaba
retirarme.
Al pasar el portón respiré profundo
y no pude evitar recordar todo lo sucedido para mantenerlo vivo en mi memoria,
pero estaba seguro que nunca más lo olvidaría. Al darme vuelta el portón se
había cerrado y la casa estaba de la misma forma y aspecto de cómo la había
visto por ultima vez antes de entrar. Mi auto estaba ahí como cuando lo deje y
al mirar mi reloj me di cuenta que eran las 23:30, y concluida mi dedicación a
la casona me fui a dormir a mi hogar.
Al otro día, al despertar, me di
cuenta que era 15 de noviembre entonces me puse a revisar aquel sobre que la
mansión me dio. Eran los papeles de la casa, la escritura, sus impuestos, etc.
Una autorización de venta y un certificado de domino actualizado. Todo para la
venta de la propiedad. Ahora entendía el significado de mi presencia en la
casa. Quizá la tenacidad y el empeño
puesto en mi época de universidad, habían forjado un temple, y tenia el
conocimiento, la pasión y el interés necesario, pero sobre todo ese espíritu
vio en mí la puerta de salida de su prisión. Él sabia que yo era el elegido
para vender la casa.
Alejandro Luna