domingo, 10 de diciembre de 2017

Caseron Maldito

Residencia Maldita


Como cada noche al salir de la facultad y regresando a mi dulce morada, mi ruta era el Camino Negro hasta el empalme con la Av. Gral. Paz y el acceso a mi barrio. Todos los días, en diferentes horarios, hacia el mismo recorrido, las mismas calles, prácticamente la misma gente parada esperando el colectivo.
Cierto día un accidente me obligó a desviarme de la monótona ruta y tomé la colectora de Gral. Paz. Como estaba congestionada, doblé en  Corrales y retomé por Saladillo,  tres cuadras antes de la Av. F. F. de la Cruz, cuando me topé con una vieja casa que atrajo mi atención.
Tenía el aspecto de una casa de estilo europeo, como si fuera un mini castillo anglo sajón,  muy raro en la zona y con características de terreno muy amplio. Llegue a pensar que se juntaban  cuatro lotes de frente con interminables fondos y parques colindantes a este caserón de principios del siglo XX o quizá del siglo XIX. Me cautivó su estilo, ya que  me interesaban las propiedades, la historia del arte y las construcciones de épocas pasadas. Tenia un proyecto de investigar sobre mansiones y castillos, como hobby, y encontrar esta casona me venia de maravillas para empezar los trabajos de investigación   A partir de ese día, cambie mi camino de regreso por la ruta donde estaba esta mansión, para poder interiorizarme de sus movimientos y un día tocar el timbre.
Casi sin darme cuenta dejaba volar la imaginación en torno a este monumento histórico que contemplaba cada día durante el último año de  mi accidentada carrera de Martillero Publico Nacional.
No había sido fácil mi paso por la universidad. La carrera que tenia que durar tres años me costo el doble. Cada materia era un desafío. Cada examen estaba rodeado de incidentes en los cuales me involucraba sin razón. Con mucha fuerza de voluntad y contra viento y marea, termine.
Una vez recibido, ya siendo profesor de la Universidad, me correspondía el mismo trayecto para regresar a mi casa y pasaba tres veces por semana por el mismo lugar. Aunque tenía la posibilidad de tomar un camino alternativo, insistía siempre en doblar en esa obscura esquina de la salida de la colectora de Gral. Paz, para dar la vuelta en la calle Saladillo y pasar por los casi 30 metros del caserón de Lugano.
Un día me percaté de que sea cual fuera el horario en que pasaba por la casa, nunca veía movimiento de gente, ni dentro ni fuera de la mansión. Un hecho curioso, ya que su mantenimiento era ejemplar. Los hermosos jardines que completaban el contorno de la casa, las veredas recién barridas, las rejas perfectamente conservadas, ni una marca  de óxido se veía cuando uno pasaba el dedo por esos hierros artísticos. Un cuidado extremo.
El lugar tendría una legión de empleados y sirvientes, jardineros y operarios de maestranza que se ocupaban de dejar la vivienda en óptimo estado. Pero aunque pasara de día, tarde, noche; en diferentes horarios cuando iba o volvía, no podía ver persona alguna, ni perros ni gatos,  característicos de esas grandes extensiones de tierra.
Tal vez el horario en que me manejaba era asincrónico con el de los empleados. Como yo pasaba con el auto martes, jueves y sábados, podía ser que la gente trabajara lunes, miércoles y viernes; también podía suceder que trabajaran los fines de semana. De cualquier manera ya me había obsesionado con la casa y decidí, fuera de mis horarios laborales, visitar el lugar mas seguido, incluso montar guardias para capturar algún movimiento.
Confeccioné una planilla a modo de hoja de ruta para tener los movimientos de la casa muy bien detallados. Llegué a trasladar mi pasión desenfrenada por la casa a mi familia, acompañandome a hacer guardia. Llevábamos la canasta con comida como si fuéramos de picnic, facturas, mate, entretenimientos y la cámara de fotos.
Al pasar los días la intriga inundaba todo mi cuerpo y mis pensamientos. No podía creer que semejante mansión se mantuviera tanto tiempo sin asistencia humana… me detuve en ese pensamiento y un escalofrío me recorrió la espalda, una descabellada idea emergió de lo mas profundo de mis sentimiento, ¿sería posible que…?
Ya caída la noche de uno de los tantos días en que hacia guardia, y ya sin la compañía de mi familia (ante la cual me estaba transformando en un desquiciado por todo este asunto), percibí una extraña sensación, como si un pensamiento me invadiera y no pudiera despejarlo de mi mente…
”Entra, entra…”. Sacudí la cabeza como para borrar esas palabras, ese sonido provenía de la casa, podía sentir una fuerte atracción que me empujaba a entrar… inmediatamente encendí un cigarrillo y me quedé observando el interior de la mansión. Esas palabras no dejaban de rondar en torno mío, alrededor mío, ¡ahora las podía escuchar! No solo en mi interior sino alrededor mío, susurros al oído.
- Ya me estoy volviendo loco – pensé -,  mientras las voces cada vez más intensas me invitaban a entrar a la casona.
Decidido a terminar con esta locura tome valor y me dirigí hacia el enorme portón de hierro de este cuasi castillo que ahora empezaba a ver más de cerca. Al llegar a la entrada una suave bruma invadió los parques y jardines del lugar. A medida que avanzaba las voces se iban multiplicando y todas me susurraban…Entra…entra…
 Casi sin tocar el picaporte la puerta se abrió. Un gélido sudor recorrió mi espalda produciendo un feo escalofrío, a la vez que me recriminaba el hecho de haber entrado… ¿Que hago aquí? –pensé. Este lugar fantasmagórico empezaba a inquietarme. No se veía tan atractivo como desde afuera; el lugar era tétrico, con bruma de pantano, con olor a cementerio…       
¿Dónde estaban esos hermosos parques que se veían desde afuera?; ¿Y cómo había cambiado el clima tan rápido?, tantas preguntas insultaban mi anulada inteligencia machacada por tanta obsesión.
Una vez adentro me sentí diferente. Las palabras que escuchaba afuera, se habían vuelto un susurro permanente, un confluir de cientos de voces desembocando en mi cabeza como esperando mi llegada, como si desesperadamente me necesitaran, como si contarme lo que les había pasado aliviara su pesar…estaban sufriendo, estaban atrapados…eso me decían. Pero… ¿Dónde estaban?
A medida que recorría los jardines de la mansión las voces se volvían cada vez más nítidas pero la claridad de los sonidos se enturbiaba con la cantidad de personas…de gente…de almas que los emitían. A medida que me estaban enloqueciendo los barullos en mi cerebro, empecé a sentir una extraña presencia que me abordaba, que me abrazaba y al mismo tiempo mi cuerpo empezaba a sentirse débil. Me asusté y en un arranque de pánico empecé a correr hacia una puerta que vi. cerca. Al llegar al umbral resbalé con un charco de agua y me golpeé la cabeza contra el picaporte, caí de boca y me desvanecí por un momento.
Apenas abrí los ojos, caído en el suelo mojado del umbral, vibraciones mezcladas con zumbidos empezaron a atormentarme. Sentía presión en los parietales, inflamación de los lóbulos oculares, a la vez, percibía la presión sanguínea a punto de estallar, la nariz sangraba a borbotones. Los zumbidos iban y venían, entraban y salían por mis oídos, no podía pensar, solo sentía más y más las presencias tironeándome hacia arriba, luego hacia abajo, entrando y saliendo de mi cuerpo, era como morir y nacer cientos de veces... Luego se calmó.
No sé cuánto tiempo permanecí tirado, despierto, con el cuerpo inerte, solo mis ojos podía mover pero no veía nada, las voces habían acallado, las vibraciones también habían cesado y no sentía nada alrededor. Corrió por mi mejilla una lágrima y mis ojos se cerraron.
No se cuánto tiempo estuve tirado en el piso húmedo y frío de esa horripilante noche en la que sentí la muerte y la vida como en mundos paralelos, como si estuvieran divididos por un film tan delgado como un cabello, y en los cuales no había ni pasado, ni presente ni futuro. Una eternidad en un solo segundo, un espacio sin tiempo y a la vez un tiempo sin espacio.
Al fin desperté con un sobresalto y preguntándome que había pasado. ¿Habría vivido realmente esos acontecimientos o los habría soñado? Mire mi reloj y se había detenido. Quería saber la hora porque apenas asomaba el crepúsculo así que revisé mi celular pero estaba con la batería agotada. De repente empecé a ver gente que salía de la casa principal.
Uno a uno desfilaban las personas, vestidas con diferentes tipos de ropa. Mamelucos de trabajo, saco y corbata, remera y jeans, short, remera y ojotas, una señora con delantal de cocina, otra con delantal de maestra jardinera…extraños vestidos de época, señoras con sombreros adornados y hombres con galera. Salía gente de todas las épocas, estaba desconcertado.
Caí sentado en el pasto, anonadado, mirando como más y más personas salían de esa casa y no podía  explicarme como cabía toda esa gente ahí dentro.
Los misteriosos habitantes que había descubierto empezaron a realizar las más variadas tareas. Un grupo cortaba el pasto, otro levantaba el excremento de los cientos de perros que habían aparecido de repente, un grupo de trajeados limpiaba las rejas de la entrada y atrás unas señoras les hacían retoques de pintura (ahora entendía porque estaba todo tan limpio) mas atrás había gente levantando hojas caídas, podando arbustos, limpiando ventanas y barnizando las maderas de las aberturas de toda la casa. Perseverantes y eficientes, los trabajadores no descansaban. Pero, ¿quienes eran estas personas?, ¿una asociación de amigos de la casona de Lugano?, ¿Por qué no los había visto cuando montaba guardia esos interminables días y noches de vigilia?
Me dirigí hacia un grupo que no estaba lejos, al parecer se encontraban arreglando unos postes bajitos que contorneaban el camino que iba desde la entrada hasta la mitad del terreno. Mientras caminaba observé a los extravagantes obreros realizar su labor con extrema dedicación, sin parar, como si estuvieran mecanizados u obsesionados con su tarea. Pero al acercarme, ellos se alejaban. Intenté con otro grupo y lo mismo. Me acercaba y se alejaban. Sin mirarme, sin siquiera darse vuelta para ver cuan cerca estaba de ellos. Estaba próximo a  la unidad principal del casco de la mansión, de donde había salido esta horda de mantenimiento humano, y me acerqué hacia la puerta. Obviamente y como había imaginado mientras me acercaba la puerta se abrió. Una mujer de apariencia sencilla y ojos enormes y negros, fijo su mirada en mí, lo que me llevo a acercarme y para mi sorpresa ella no se alejó, al contrario, me invito a pasar. – Entra…entra, susurro la extraña dama, las mismas palabras que me habían llevado a entrar al caserón.
-           Veo que todavía no te has conectado con los demás – me dijo la mujer. Sus palabras penetraron en mi mente directamente.
-           No se de que habla madame. Ni siquiera puedo acercarme a ellos… pero ¿Quiénes son esas personas? ¿Quién es usted?– pregunté en voz alta, mientras ella, de manera suave, me respondía telepáticamente
A través de sus pensamientos me hizo comprender cuál era la situación. Toda esa gente, ella misma y yo habíamos sido atrapados por la casa. El caserón poseía alma propia, ¡estaba viva! Era una entidad con mucha fuerza espiritual, incomprensible para nuestra inteligencia, con una historia de eones de tiempo sobre la tierra y después de vagar eternamente sobre la tierra y sobretodo por estos lugares fue invocada en una sesión espiritista en el 1900, penetró en la casa y no pudo salir más, a pesar de su intensa fuerza extraterrena, ella misma quedó atrapada. En su cautiverio, dominó la casa y atrapó a sus habitantes. Desde esa época la casa permaneció así. Quienes se acercaban con interés terminaban cautivos del fenómeno y terminaban sumándose a las huestes de almas que satisfacían sus necesidades para mantener la casa en estado óptimo, como una estrategia para que nadie dudara de que estuviera inhabitada de personas…vivas.
Pero la moradora eterna, esta alma sin destino no quería quedarse para siempre, buscaba denodadamente la salida de ese encierro, ella estaba acostumbrada a vagar por la superficie, por los éteres de este mundo y hasta que la devolvieran a su esencia seguiría atrapando gente por los siglos de los siglos y solo había dos formas: otra sesión espiritista o vender la casa, pero no la podía vender cualquiera…tenia que saber de caserones antiguos, debía poseer un verdadero interés cultural en el inmueble y por sobretodo estar habilitado.
Después de escuchar, o sentir todo lo que me dijo mentalmente, con una voz suave y tierna, se dirigió a mí en voz alta.
-           Después de estar en tu mente me di cuenta porque no has muerto todavía – me confesó la mujer.
-           Sea más explícita por favor,  señora. - Le demandé.
-           Tú eres el último. Tu eres el que tanto esperamos, el que tanto esperó ella.-  Me respondió aquella señora con entusiasmo.
Sus palabras llenas de expectativa me dejaron perplejo. No solamente me había salvado de una muerte que ni siquiera tenía contemplada, sino que me había convertido en una especie de Neo en Matrix escuchando a la Pitonisa diciéndome que era el Elegido.
Mi formación jurídica me había vuelto escéptico de las cosas irracionales,  pero a la vera de los hechos ocurridos no podía dejar de creer en todo esto. Tu eres el último, el que esperábamos- había dicho esta ahora simpática señora, pero… ¿El último por qué? ¿Qué tenía de especial que no tuvieran aquellos que anteriormente habían sido sometidos al limbo junto a este espíritu?
Volví mi atención a la mujer que seguía mirándome casi con admiración y le pregunté:
-           ¿Todavía no te has dado cuenta? Todos los que han venido a la casa fueron importantes para su funcionamiento, para su limpieza, para su belleza, para su mantenimiento en general, pero tú tienes una cualidad especial.
-           No entiendo – expresé
-           Por eso no has muerto, ella vio que tú tenías las cualidades para terminar su estadía en esta mansión, al fin había llegado la persona correcta.
Luego se desvaneció en el aire, como una bocanada de vapor. En mi mente escuche las palabras – Gracias  a ti.
Aquellas palabras me conmovieron de una manera especial. La casa se iluminó repentinamente y una sensación me empujo hacia un pequeño mueble, un cajón se abrió. En él, un sobre lleno de papeles tenía mi nombre con una leyenda:
AT: MARCELO RODRIGUEZ
ABRIR 15 DE NOVIEMBRE DE 2008
Las puertas y ventanas de la casa se abrieron penetrando en ella la luz de sol, aproveche para echar un vistazo a los hermosos relieves que tenían las paredes y la decoración de época tan finamente construida y por supuesto en perfecto estado de conservación. Salí al parque y mire el portón que se abrió de par en par invitándome a salir. Por una extraña razón y aunque había pasado momentos duros y peligrosos, me costaba retirarme.
Al pasar el portón respiré profundo y no pude evitar recordar todo lo sucedido para mantenerlo vivo en mi memoria, pero estaba seguro que nunca más lo olvidaría. Al darme vuelta el portón se había cerrado y la casa estaba de la misma forma y aspecto de cómo la había visto por ultima vez antes de entrar. Mi auto estaba ahí como cuando lo deje y al mirar mi reloj me di cuenta que eran las 23:30, y concluida mi dedicación a la casona me fui a dormir a mi hogar.
Al otro día, al despertar, me di cuenta que era 15 de noviembre entonces me puse a revisar aquel sobre que la mansión me dio. Eran los papeles de la casa, la escritura, sus impuestos, etc. Una autorización de venta y un certificado de domino actualizado. Todo para la venta de la propiedad. Ahora entendía el significado de mi presencia en la casa. Quizá la tenacidad y  el empeño puesto en mi época de universidad, habían forjado un temple, y tenia el conocimiento, la pasión y el interés necesario, pero sobre todo ese espíritu vio en mí la puerta de salida de su prisión. Él sabia que yo era el elegido para vender la casa.

Alejandro Luna

                                                                                            

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