Querido amigo
Espero que te encuentres
maravillosamente bien en tu nuevo destino laboral, Ámsterdam, y aunque
estas bastante lejos y podríamos usar internet, sabes que me gustan las cartas
a la antigua, en papel y aquí estoy, escribiendo una.
Es una destemplada noche
de otoño mientras comienzo mi relato de vida, y de a poco el frio se va
estableciendo en la ciudad. Aquí las cosas siguen igual como te supe escribir
en la carta anterior. Desde que Mili se fue no he podido conciliar el sueño.
Dormir en las noches se ha vuelto una utopía imaginaria solo en la mente de los
pocos amigos que me visitan. Ellos quieren que lo haga, y de esa forma, poder
robar las pocas migajas que dejo sobre la mesa. Esos ratones ni siquiera tienen
ganas de molestarme. Creo que en poco tiempo se irán, abandonándome como todas
las otras personas humanas que me rodeaban en la época que estaba con Mili, en
la que era feliz a su lado. Tampoco tengo apetito como antes, pero me
alimento con lo esencial. A veces presiento que Mili regresará y trato de
sentirme mejor. Cada vez son más aisladas esas sensaciones porque ya estoy
entrando en la etapa en que no creo que vuelva.
Como te decía, aquí las
cosas están igual. Sigo trabajando para esa editorial que me envía textos para
corregir. También cada vez menos pero lo hacen y me sirve para ganar algún
dinero. De todas formas todavía tengo algo de las regalías de los libros
anteriores. Lo bueno es que tengo que salir muy poco y trato de aferrarme a ese
estado ermitaño como para establecer un margen de protección contra mujeres
malvadas destructoras de corazones sensibles. Sé que no debería sentir odio
pero la odio y no debería pero a la vez la extraño tanto… todavía la siento
acariciándome la cabeza cuando, en su regazo, le recitaba mis poemas. Ella
adoraba mis poemas y mis cuentos. Sentía que me admiraba mucho más de lo que yo
a ella. La extraño tanto.
Hace poco me visito una
amiga que hacía muchos años no veía, hacia tantos años que todavía no había
conocido a Mili. En realidad vino a pedir una recomendación y apenas habíamos
tomado un te ella estaba encima mío. Supongo que también se sentía sola. Pero
yo no estaba de ánimo para el sexo. No como cuando estaba con Mili. Recuerdo
que teníamos maratones de siesta casi todos los días. Ella siempre estaba
dispuesta y andaba casi desnuda por toda la casa. A mí me gustaba su desenfreno
pero debo admitir que me desconcentraba casi todo el tiempo. Con ropa o sin
ropa se le notaba la sensualidad expuesta 360 grados.
Ahí me di cuenta del daño
que ella me había causado. El abandono físico y moral al que me había sometido
su alejamiento. Su ausencia se me notaba en el rostro, en mis manos en la piel.
Mis labios lejanos de los suyos, mi rostro reseco de sus mojados besos, esos
que estremecían mis órganos vitales. No sé si pueda recorrer el camino que me
queda de vida sin su compañía. Me siento como un astronauta vagando por el
espacio infinito, abarcando la negra soledad, solo con su traje espacial y
contando los minutos que le quedan de oxígeno para respirar. Solo en el medio
de la inmensidad, flotando al antojo de la falta de gravedad, a la deriva en el
cosmos, a la buena de Dios.
Querido amigo, creo que
debes ser el último que me quedaba ya que al recibir y leer esta carta estoy
seguro que no querrás saber más nada de este deprimente escritor que no puede
resolver la simple separación de su mujer. Es que no era solo una mujer; era la
vida misma, la tierra y la flor, el agua y el aire, la combinación perfecta de
todo lo que te puedas imaginar. No es que fuera muy linda, tú no la llegaste a
conocer más que por esas fotos locas que nos sacábamos en la playa o en la montaña,
saltando los ríos pequeños, chapoteando en la costa de Santa Teresita o cuando
alquilamos esa cabaña cerca de la cordillera. Como sufrimos el frio de montaña.
Nos tapamos con todo lo que había en ese lugar y teníamos todo nuestro cuerpo
congelado al llegar allí. Estuvimos un día y una noche acostados en la cama,
con el hogar a leña ardiendo todo el tiempo hasta que nivelamos la temperatura
de nuestros cuerpos con la de la cabaña. Fue mágico estar en ese lugar. Fueron
los días más románticos que pude haber vivido jamás. Mili ya no está pero su
recuerdo flota en todo el departamento. Su olor no se ha ido. Me parece todavía
verla pasar hacia la cocina solo con su remera naranja, esa que apenas pasaba
de su cintura y su exquisito caminar dejaba sus glúteos expuestos a mis
enamoradas miradas. Creo que voy a volverme loco.
El sonido del timbre de la
puerta de servicio me saco de cuadro y por un momento deje de divagar por la
triste y dolorosa nostalgia que me causaba la ausencia de Mili.
Me acerque a la puerta y
por la mirilla vi que era el encargado del edificio, pero de todas formas hice
las formales preguntas:
- Quien
es ¿Pregunte con vos quebradiza?-
- El
conserje, Disculpe la molestia Don Látimer (Ese era mi seudónimo), vengo a
pedirle un favorcito si no es molestia.
- --Adelante
Rodrigo, no es molestia, dígame que se le ofrece. – Respondí con amabilidad.
- --Es
mi hija la que necesita un favor, es para la facultad, está haciendo una tesis
y yo le dije que Ud. era escritor y hacia correcciones de libros. ¿Cuánto me
cobra por revisar su trabajo final? --Respondio Rodrigo sin respirar.
Bromeamos un poco hablando
de los vecinos y cosas que pasan a diario y como siempre a Rodrigo le gusta
contar alguno que otro chiste de política o de futbol.
- -- Déjemela
Rodrigo, este fin de semana la reviso. Pase el lunes por la noche que se la
entrego. No se haga problema por el dinero. -- Le respondi aceptando la carpeta. Siempre me está haciendo favores
y nunca me quería cobrar.
Rodrigo se fue contento al
saber que iba a ayudar a su hija con la tesis final y yo me
conformaba con eso. Sin darme cuenta estaba un poco más animado. El conserje me
había inyectado un poco de optimismo con sus bromas y su particular
manera de hablar. Eran las 20:54 y decidí preparar una jarra de café para pasar
una noche más en vela, sin poder cerrar los ojos y pensar en ella cada hora.
Abrí la despensa y con desagrado observe que el café se había terminado.
Rodrigo se habría retirado a estas horas y no podría pedirle al sereno que me
compre el café porque tenía prohibido abandonar el edificio. La sola idea de
tener que salir me producía rechazo absoluto, hacía meses que no salía de la
casa. Pensé por un momento no tomar café por esa noche, al menos hasta las
primeras horas del día en que pudiera mandar a comprar unos kilos de café para
que no me falte. Pero el café era un vico. Cómo el fumador que no puede tener
el paquete vacío y sale a cualquier hora para buscar un quiosco de esos que
están las 24 hs., abiertos. Ahora los llaman Drugstore. Junte fuerzas y me
cambie para salir a ese mundo alocado del cual no tenía noticias desde que ella
se había ido.
Siempre había gente en la
avenida, Cabildo y Juramento era paso obligado para todo el mundo. Llena de
colectivos, taxis y autos particulares, peatones que cruzaban en todas
direcciones, ruido de bocinas y transitar de autos y colectivos, el bullicio de
la vida diaria al que me había desacostumbrado hacía tiempo. Nos habíamos
mudado a Belgrano porque a Mili le gustaba mucho ese barrio. Había muchas
plazas y parques, lindos lugares para visitar y para salir a comer, también
estaba cerca del microcentro y de Palermo. A mí particularmente me gustaba
porque había estudiado parte de mi adolescencia en Belgrano y además estaba el
barrio chino que, al tenerlo pocas cuadras, lo visitábamos casi a diario.
Un bocinazo me hizo
despertar de ese paralizado estado de melancolía enfermiza y me apure a
cruzar la avenida Cabildo, antes que corte el semáforo, en dirección hacia el
mercadito que estaba en la mitad de cuadra. Al entrar me dirigí directamente hacia
la góndola del café pero a medida que avanzaba, iba mirando otros
productos que hacía tiempo faltaban de mi despensa. Entonces tome un carro
vacío y empecé a comprar distintos productos que imagine que no tenía, ya que
no los había visto en el mueble. Ella siempre hacia las compras – pensé por un
segundo y seguí metiendo productos en el chango de una manera impulsiva.
Yerba para el mate, tomates perita, legumbres enlatadas, galletas dulces
y un perfume que estaba a buen precio. También compre productos para la
limpieza. Llegué a la caja y la empleada me saludo por mi apodo – Que bueno
verlo ¡Sr Latimer! exclamo la cajera y me quede paralizado sin comprender como
conocía mi nombre. Tengo algo de popularidad editorial pero no masiva. Supuse
que Mili le contaba a todo el mundo sobre nosotros y alguna vez le mostro mi
foto. No sé. Pague y Salí. Crucé nuevamente Cabildo, esta vez por la esquina y
a pocos metros del edificio, el policía que hacia la guardia me saludo de igual
manera que la cajera. – ¡Qué bueno verlo por la calle Don Latimer!, Cruce dos
palabras con el servidor de la ley, entre al edificio y salude nuevamente al
sereno y subí al ascensor automático y veloz que me llevo en 5 segundos al 7mo
piso. Ya en mi departamento corrí a un espejo para comprender que veían
de extraño todas estas personas que me conocían unidireccionalmente.
Triste fue reconocer que
la vida me había pasado por encima. Con aspecto deprimido, mucha barba, aspecto
desalineado como desganado. Con razón ella me había abandonado. Cualquier mujer
hubiese visto mi aspecto y habría actuado de la misma manera que lo hizo
ella... Pero yo sabía que ese no había sido el problema. La culpa había sido
mía. Y era toda mi responsabilidad porque Mili era perfecta.
Decidí ducharme para renovar
mi aspecto descuidado por tantos meses desde que Mili me abandonó. Recordé en
ese instante la carta que estaba escribiendo a mi amigo de la infancia, pero
realmente necesitaba esa ducha. No sé cuánto tiempo estuve en la ducha. El agua
caliente me relajaba por completo, parecía penetrar mis células agotadas de
tanta depresión, resecas de amor. Me sentía diferente, el agua y el vapor del
baño, habían provocado un cambio radical. Parecía que todas mis células se
habían reacomodado. Me afeite y, al verme en el espejo note que había vuelto a
recobrar el color en mis mejillas, había vuelto a ver a ese hombre que una vez
supo disertar frente a dos mil personas en el Hotel Sheraton. Así me sentía de
enorme cuando estaba con Mili.
Una vez bañado y afeitado
me dio un poco de frio y me recosté en el dormitorio a ver televisión. Había
dejado que el café se hiciera solo en la cafetera eléctrica y pensé en tomar un
poco después de comer algo de lo que había comprado en el supermercado. Al
parecer me quede profundamente dormido.
No sé cuántas horas estuve
acostado. Al abrir los ojos me quede contemplando el techo, con el rostro
feliz, descansado. Hacía mucho tiempo que no me levantaba de la cama con un
salto. Fui hacia la cocina a tomar un vaso de agua y vi la cafetera encendida y
llena de café, me serví una taza y fui a mi escritorio, encendí la computadora
y me puse a leer los diarios que me habían pasado por debajo de la puerta,
instintivamente mientras tomaba a sorbos el café. Vi el talonario de hojas en
donde estaba escribiendo la carta y volví a leer la tapa de los diarios que
ahora tenía apoyados en el escritorio y me sorprendió una noticia que me dio
mucha curiosidad porque me sacaba de espacio tiempo:
- El
SUPERCLASICO TERMINO 3 a 0 –
No entendí esa tapa del
diario ya que el superclásico se jugaba el domingo a la tarde, y ese tendría
que ser un titular del lunes. Busque la fecha en el periódico y con gran
asombro descubrí que ese diario era del lunes 4 de Mayo de 2015.
Ahí tome dimensión de
todo. Había dormido 48 hs. sin parar. Sin soñar, sin levantarme. Había dormido
esa cantidad de horas que me faltaban de sueño por tantas noches de insomnio,
tantas noches de tristeza y recuerdo de mi gran amor, de la mujer que me había
atrapado en cuerpo y alma. Aquella mujer que me había abandonado y con justa
razón porque yo la había engañado. Me quede sentado un buen tiempo en el
escritorio meditando todo lo que había pasado, pero ahora era diferente. Ahora
tenía otra actitud. Me sentía con ganas de hacer, de hablar de salir. Creo
que empezar a contarle a mi amigo lo mal que me sentía, tuvo un efecto
contrario al que yo esperaba. En vez de sumergirme en la profunda tristeza que
me ofrecía el recuerdo de Mili y mi constante reproche contra la forma en la
que había actuado, genere una suerte de autocompasión que hizo una catarsis
positiva.
Mire el reloj y casi eran
las 19 hs. Sobresaltado recordé la tesis que me había dejado Rodrigo y me
quedaba poco tiempo antes de que el encargado se retirara y la viniese a
buscar, así que me puse a leer el trabajo de la hija de Rodrigo. Agarre la
carpeta y al hojear la portada me sorprendió el nombre: Milagros Carpena.
¿Podía ser posible? pero algo pasó. No me sentí mal, lo tome como una señal en
pos de mejorar, de no sentirme más miserable por un error que había cometido y
darme una oportunidad para ser feliz. Terminé de leer la tesina, a la que casi
no hube de corregirle nada. Se notaba la prolijidad del trabajo y lo bien que
había estudiado la carrera esta chica y estaba seguro de que iba a tener un
futuro promisorio en la edición.
Estaba a punto de servirme
otro café cuando tocaron el timbre. – Debe ser Rodrigo que viene a buscar el
trabajo de su hija y puntualmente como habíamos quedado. Abrí la puerta
directamente, esta vez sin usar la mirilla sabiendo que era él quien venía y al
abrir la puerta me sorprendí, una vez más como lo había hecho ese día.
- Buenas
noches Sr Latimer, disculpe la molestia, soy Milagros, la hija de Rodrigo y
vengo a buscar la tesis. ¿Pudo revisarla? –
Me quede mirándola unos
cuantos minutos, con la boca casi abierta en actitud de asombro, de maravillosa
asombro. Tenía el pelo largo y lacio, enormes ojos negros estilo árabe, una
sonrisa de blancos dientes y una voz entre media y gruesa. No era muy alta y
bien proporcionada.
Apenas pude recuperar el
habla después de ver semejante belleza, la invite a pasar y le ofrecí una taza
de café la cual acepto. No podía precisar la edad pero calculo que tendría unos
veintiocho años. Empezamos a charlar y ella me conto un poco de su
carrera y como la había elegido, que su padre le había contado sobre mi hacia
unos años pero ella nunca quiso molestar solo en esta oportunidad porque le
habían rebotado la tesis dos veces.
Su delicada forma de habla
pero con la firme expresión de su vos medio gruesa me daba ganas de seguir
hablando todo el tiempo. Tenía una cultura general sorprendente y hasta me hizo
una crítica interesante sobre mi último libro que me dejo pensando si no me
convenía contratarla como editora para mi próximo trabajo. Sin darme cuenta por
la hora se hicieron las nueve de la noche y ella se levantó para retirarse.
- Mi
padre me va a llevar a mi departamento – me dijo
- ¿Vivís
sola? respondí con curiosidad.
- Si,
vivo en Villa Urquiza. No es lejos pero está en camino de Papá y aprovecho el
viaje.
- Perfecto.
Ojala te sirva lo que te apunte en el trabajo. Fue muy poco porque esta
excelente la tesis.- Le hablaba ya con un tono de viejo verde enamorado, aunque
solo le llevaba diez años nada más.
- Por
favor Sr Latimer, me ha ayudado muchísimo.
- No
es nada, ese tipo de trabajos nadie te lo a poder rebotar, esta para un diez.
Pero dime Alejo, que es mi nombre.
- Bueno,
gracias Alejo – dijo con vos tierna y complaciente.
- ¿Cómo
puedo agradecerle? mi padre me dijo que no me iba a cobrar. – susurro con tono
avergonzado.
- No
hay problema. Tu padre siempre me ayuda con algunas cosas y esta es una hermosa
forma de retribuirle los favores. Además no sabía que tenía una hija tan
hermosa. – No me había dado cuenta de que estaba coqueteándola con mis palabras
y vi que su rostro se sonrojaba y trate de salvar la situación.
- Te
pido disculpas Mili no quise ser mal educado. – Sin darme cuenta otra vez, le
había dicho Mili. pero a ella le gustó. Otra vez sonrojada me dijo:
- También
eres muy apuesto. dijo y bajo la cabeza como con vergüenza pero con decisión.
Quedamos en seguir
conversando otro día o quizá tomar un café cerca de la facultad donde estudiaba
y a la cual iba siempre. Coincidencias que uno no conoce hasta que se presentan
las condiciones.
- Llámame.
– Fue lo último que le dije y se fue.
Mirándonos todo el tiempo
hasta que tomo el ascensor que estaba justo a la mitad de pasillo. Creo que
habíamos conectado pero no me quise ilusionar. No quería volver a sufrir. Cerré
y me apoye sobre la puerta como un niño enamorado tratando de recordar su
perfume, su voz cautivante, su pelo tan lacio y tan brilloso. Me senté en el
escritorio extasiado por todo lo vivido, me había olvidado de la carta que
estaba escribiéndole a mi amigo de Alemania.
Tome los papeles en donde
estaba escribiéndola y me puse a releerla. Me puse triste por las cosas que
había escrito. La depresión que tenían esas letras de seguro haría que mi amigo
nunca más quisiera verme, ni siquiera por internet. Sé que lo que le contaba
era la más pura realidad, pero las cosas habían cambiado. Rompí esas hojas
escritas con tanta melancolía negativa y encendí la computadora nuevamente.
Abrí el correo Gmail y empezaron a bajar innumerables correos electrónicos que
no había revisado. Abrí un nuevo correo y empecé a redactar:
Querido amigo
Espero que te encuentres
bien. Sabes que me gusta escribir cartas por correo tradicional pero tardan
mucho en llegar. Te cuento que me separe de la chica con la que viví estos
últimos años y que no llegaste a conocer. Estuve un tiempo deprimido pero la
vida me puso en el camino un ángel de cabellos negros que me tiene enamorado.
Dicen que el tren pasa una vez en la vida y que si no te subes a él, nunca más
te sucederá, pero yo no estoy de acuerdo. El tren pasa siempre, solo tienes que
estar dispuesto a subirte en él, y eso es lo que hago. ¡Subirme nuevamente al
tren del amor!
Mañana te escribo y espero
tu respuesta,
Un gran abrazo
Alejandro Luna