viernes, 17 de julio de 2015

Un largo camino al titulo (Mención especial en el VII certamen internacional de auto biografía Ricardo Berwin)

Me crie en Villa Urquiza. Hermoso barrio de clase media, ubicado hacia el norte de la Capital Federal. Cursando el 7° grado en la escuela primaria “Fray Luis Beltrán”, del mismo barrio, varios compañeros y yo nos habíamos decidido por rendir el examen de ingreso a un colegio industrial.
Quizá influenciado por la vía familiar; padre telefónico, tío mecánico,  se me había dado por la electricidad, la electrónica, y las tecnologías en general, además con un grupo de amigos comprábamos la revista Lupín. (Pequeña publicación mensual para adolescentes y jóvenes  hobbistas donde también se aprendían cosas tales como  aeromodelismo, manualidades y proyectos electrónicos).
Era una época donde el “colegio industrial” tenía peso. No solo el técnico tenia mayor formación que un bachiller o perito mercantil, sino que era una fuente de trabajo excelente ya sea para una empresa o también para una actividad independiente, antes que se destruyera el aparato productivo nacional y por supuesto a la formación de la maquinaria obrera especializada: los técnicos industriales.
La cuestión  fue que con 12 años, medio en bavia y medio en las nubes, se me había dado por ser astronauta. Ya en los últimos meses del séptimo grado empecé a indagar cual era el camino para lograr mi objetivo: cruzar el espacio.
Preguntando un tanto aquí, un tanto allá - de internet ni hablar en esa época.  Me desayune con la realidad, que para tener alguna remota posibilidad de ser astronauta, primero tenía que pasar por la escuela de aviación militar, luego de ser un eximio estudiante debía conseguir  un intercambio con  Nasa y además, si hubiese dicho intercambio, calificar en un programa espacial donde incluyeran algún latinoamericano. Así y todo que fuera un eximio estudiante, piloto y bla, bla, bla, las posibilidades, para un argentino eran muy remotas en esa época.  Así que con el acertado consejo de un primo aviador militar, me desengañe de mis sueños siderales y empece a bajar el copete en lo que a proyectos se refiere.   
La ingeniería nuclear o aeroespacial surgían como alternativa para asegurarme una plaza en cabo Cañaveral, al menos como científico en la carrera espacial,  tendría una oportunidad, ¿Porque no?. Así que en ese momento  empece a buscar cuales eran los requisitos para llegar a ese titulo: seis años en el colegio industrial, dos mas en una licenciatura en física en la Uba y lo mejor de todo… ¡un examen de ingreso al instituto Balseiro en Bariloche!, un instituto de física nuclear en donde se experimentaba con el átomo. ¡Guau! Estaba asombrado y obnubilado por la cantidad de información que entraba en mi cabeza con apenas  12 años. La cantidad de años que debía estudiar y obviamente la estadía en esa casa de altos estudios.
Con la vista puesta en el cañón de electrones, bien ilustrada en el folleto del instituto Balseiro, me encamine a resolver el primer paso que era rendir el examen de ingreso para el colegio industrial. Por referencias el mejor y  además  quedaba cerca de mi casa en Villa Urquiza, era el ENET Nº 28 República Francesa, “El Cuba” como lo llamaban, y sería porque quedaba en la calle Cuba y Blanco Encalada, en el barrio de Belgrano. Era el mejor con orientación en electrónica. Su forma de enseñanza era modelo y superaba las expectativas de aquellos que ingresaban, además no llevaban uniforme de pantalón gris y saco azul clásico en esa época de los secundarios de la época militar,  sino que el uniforme estaba compuesto de  pantalón azul y pullover azul.
A ese colegio, y aunque era un instituto del estado, iba la crem de los jóvenes cabeza de genio que podían, en esa época,  tener el hobby de la electrónica. Yo no era uno de ellos  pero siempre volaba alto, sin medir las consecuencias… ¡tenia 12 años!
La cuestión es que de estos lugares del norte de la capital y sus alrededores, venían estos jóvenes orgullo de sus madres, que iban a GEBA o a RIVER, y la mayoría provenían de colegios primarios privados.  Muchos de ellos vivían en zona norte, quiero decir que todos tenían un buen pasar pero elegían ese colegio por la excelencia y el prestigio que había logrado esa institución. Yo tenía mi meta puesta en el átomo y ese era el principal  objetivo, la ingeniería nuclear y aunque mi familia era de clase media, no creía que fuera algún problema los gastos. Asi fue que conseguí el “Manual de ingreso”, aquel famoso librito de tapas de color marrón clarito con el que estudiabamos para el examen de carácter eliminatorio que nos daba el ingreso a la etapa secundaria.
Con soberbia tranquilidad, creyendo que me las sabía todas, me puse a estudiar para el examen.
Los cupos eran limitados. La nota para aprobar era de 100 a 40 pero entraban los primeros 100 algo que me entusiasmo por considerar que iba a estar entre esos cien futuros poseedores de la vacante tan deseada.
El día del examen no podía salir de mi asombro, la cantidad de aspirantes rodeaba los setecientos. Por primera vez experimente el famoso nudo en el estomago. Mi pequeña mente en crecimiento y velozmente razonante sacaba cálculos de las posibilidades porcentuales que tendría sabiendo que mi preparación no había sido la adecuada. Mis temores se acrecentaban al escuchar a algunas madres decir: -Fernandito se preparo desde el año pasado, otra comentaba  -yo lo mande a particular  tres veces por semana.  La situación se ponía densa y tensa y no tenia opción, ya estaba ahí y en parte me tenia fe, así que a fui a rendir.
Una semana mas tarde me buscaba minuciosamente entre la lista de los aprobados, casi a la mitad del listado decía:
289……..LUNA, A…………..42
¡Aprobé! Pensé con alegría…pero mi número de referencia era el 289. Eso determinaba que no había llegado al puntaje necesario para entrar a ese colegio. ¡No había entrado al CUBA! ,  ¿y ahora… que? sabia que cuando no entrabas al colegio en el que rendías te enviaban a uno cercano.  Averigue cual era mi destino alternativo y mi sorpresa fue mas grande aun, cuando el coordinador de ingreso me avisa que no había logrado el puntaje optimo para un traslado directo (50 era el mínimo aceptado para ello) sino que tendría que rendir el examen de ingreso en marzo.
Las cosas habían empezado mal, no solo no podía entrar al colegio de mis sueños sino que además debía dar el examen nuevamente. Estaba totalmente derrotado.

Sin vacaciones y con el esfuerzo adecuado para el caso (tres meses estudiando sin parar), rendí el examen  en el colegio que me había destinado la junta escolar(o la militar…año 1978)  el “Mariquita Sánchez de Thompson” ENET Nº3, un reducto que quedaba en los confines de Belgrano, ahí donde la interminable obra del subte D cortaba el acceso entre Santa Fe y Cabildo, enfrente del Instituto Geográfico Militar. Era  una vieja casona adaptada para colegio, en donde se cursaban solamente los primeros tres años del ciclo básico industrial con una orientación en óptica. Precisamente la óptica no tenía que ver con la electrónica pero no tenia opción, era eso o perder el año. Así que rendí en ese antro de perdición, donde solo iban los descartados de los colegios Premium y los repetidores y expulsados de otros colegios de la capital.
El examen fue exactamente igual que el anterior, con la diferencia que me había preparado día a día durante los días del verano.  Nuevamente me encontraba mirando el listado y arranque por el medio y no me encontré, seguí para abajo sin suerte, empece a mirar para arriba y con perplejo asombro vi que había aprobado con noventa y ocho. 
Había quedado en segundo lugar.
El puesto bien ganado por mi dedicación y esfuerzo me daba la opción de elegir entre turno mañana y turno tarde. Me incline por el de la mañana porque siempre había tenido ese horario en toda la primaria y no me costaría tanto continuarlo, aunque ahora tendría que viajar y el nuevo colegio estaba un poco mas alejado que el primero elegido, así que con el pecho hinchado por el resultado empece a transitar mis primeros pasos en el ciclo medio.
Pantalón gris de sarga camisa celeste y corbata azul, saco azul, el uniforme odiado y el overol mameluco para el taller, esa indumentaria formaría parte de los próximos años así que había que empezar a acostumbrarse.
Ese primer año no me lleve ninguna materia, pero el último bimestre transpire la camiseta, tuve que sacarme 10 en tres materias 9 en una y 8 en dos, así que me puse las pilas y al final lo conseguí. (se ve que trabajo mejor y obtengo resultados cuando tengo presión). Me quedo una sensacion muy linda de ese primer año en el que formamos un grupo de compañeros y de estudio fantásticos. Ademas,  el recuerdo de una profesora que me ayudo en momentos difíciles de mi salud. La cuestión fue que al terminar mi primer año el desempeño había sido bueno y me gane la temporada de pileta en el club Pinocho de Villa Urquiza por los resultados obtenidos.
Al volver al colegio al año siguiente el clima ya no era el mismo. Muchos compañeros habían migrado y otros habían llegado. Chicos mas grandes, repetidores y que no tenían cara de buenos amigos. Realmente me asuste después de ver algunas cosas que venían pasando en el colegio así que le pedí a mi madre que gestionara el pase a otro colegio.
Estabamos en una época donde gobernaban lo militares y todo se manejaba con acomodo. Nosotros no conocíamos a nadie, al menos en ese momento, así que la única opción era un colegio que quedaba en Constitución el “Alejandro Volta” ENET nº 12, con orientación en electrotecnia. En este caso tendría mas posibilidades, terminado el ciclo básico de tres años, para poder cambiarme al ciclo superior en el Cuba y terminar mis estudios. La cuestión fue que me cambie sin pensarlo demasiado y salí del “Rancho Thompson” para pasar al nuevo colegio que estaba detras de la estación de trenes de ese barrio.
Los cambios siempre son traumáticos porque nunca sabemos a ciencia cierta si van a ser para mejor o nos vamos a encontrar con las mismas situaciones anteriores.
El clima en este nuevo colegio no era tan mafioso como en el anterior, acá era más liberal, aunque siempre reprimido por los estatutos vigentes de la época.
Para esos tiempos, nos habíamos mudado de barrio y de Villa Urquiza cruzamos la capital y nos fuimos a Villa Lugano. Así que de Lugano a Constitución tenia un viaje interesante, caminar varias cuadras para tomar el colectivo 97 y levantarme  muy temprano para llegar a las 7:40 al colegio. El sacrificio era intenso, eso hizo que faltara mucho, sobretodo en invierno por un asma alérgica que agarre en la pubertad y eso trajo aparejado que en poco tiempo me quedara libre.
Ni se me ocurrió rendir las materias así que perdí el año. Tendría que volver a cursar el 2º año, y acá empezaría un interminable bucle que llevaría muchos años quebrar.
Las cosas se ponían difíciles para nosotros, familiarmente hablando, los recursos eran escasos y tuve que empezar a trabajar. Empece como ayudante y aprendiz de electricista, pasando por otros trabajos de distinta índole como ser ayudante de repartidor de gaseosas y ayudante de albañil. El tema era “o estudias o trabajas”. Así que trabaje el resto del año. En esa época el secundario no era obligatorio, es por eso que mucha gente ni lo empezaba, y otros como yo abandonaban y preferían aprender un oficio que le ayudara a llevar dinero a casa. Eran tiempos difíciles.
En el año 1981 ya me estaba preparando para retomar los estudios cuando por intermedio de un vecino obtenemos la “palanca” de un militar para entrar en 2º año en el colegio en el que había rendido el examen de ingreso por primera vez y no había podido entrar “el Cuba”. No salía de mi asombro. A ese colegio de Belgrano entrabas en 1º año y no podías tener un pase de colegio, no te aceptaban y menos a los repetidores, pero era una época donde con una recomendación oficial todo se podía (bueno ahora no es muy diferente…militar, político, sindical, etc. siempre hay acomodo). La cuestión que de buenas a primeras me encontré con el pantalón azul y el pullover azul, cursando 2º año en la escuela que desde un primer momento había querido transitar, encontrándome con amigos de la primaria con los que habíamos tenido la ilusión de entrar al mismo colegio pero con la diferencia que ellos ya estaban en tercero.  “La corrupción hace inútiles el esfuerzo y la dedicación”, claro que fuera de toda discusión ética, en ese momento la “manito”me servia y mucho.




El República Francesa, asi se llama el Cuba,  era un mundo distinto, no solo por el nivel socio económico que ostentaba sino por el nivel de exigencia que tenia. Taller por la mañana tres veces por semana, laboratorio de física dos veces por semana también por la mañana, educación física los sábados y claro, la escuela teórica por la tarde todos los días…así que las cosas no eran para tomárselas a la ligera.
Momentos difíciles eran los de mis 14 a 15 años; separación de mis padres, importante cambio de barrio, difícil situación económica, un marco para tener en cuenta en el contexto en que tomaba mis decisiones y enfrentaba mis situaciones, así fue, que al no mediar un estricto seguimiento de mis tareas (estaba solo casi todo el día). Empecé a faltar al colegio y obviamente quede libre de nuevo.
Casi sin darme cuenta había pasado de querer convertirme en un investigador en física nuclear a un chico de 15 años que hacia changas por monedas. Del cuba solo me quedo el recuerdo que hoy sigo teniendo en mi biblioteca, un suntuoso sintonizador de AM y FM ESTEREO MULTIPLEX con caja de madera y frente de aluminio, muy ochentoso que armamos en el taller de electrónica, gracias a Dios que ese taller lo tuve en el primer bimestre.
Después de un periodo largo en el cual no fui al colegio (solo realizaba cursos de formación profesional), empece a querer intentar el retorno al colegio secundario, ahora en la modalidad nocturna, porque mi edad rondaba los 17 años. Ya las cosas habían cambiado.  Ahora que tenia la ferrea voluntad de estudiar y tenia los recursos porque trabajaba, me encontraba con la problemática que cada vez que me anotaba en algún lugar para continuar los estudios, pasaba algo que no me dejaba seguir.
Así fue que entre los 17 y los 30 años, estuve listo  para entrar a casi diez colegios entre industriales,  comerciales, militares y de educación para el adulto de tres años. Nunca podía terminar el año o en algunos casos ni siquiera empezar.
A los 18 me anote en una escuela comercial nocturna de 4 años. Nunca empece porque conseguí trabajo y el horario no me permitió cursar.
A los 19 me estuve por enlistar en la Fuerza Aérea como sub oficial en donde salía como cabo y con el secundario completo, con la especialidad de protección al vuelo, que son aquellos que miran los radares para controlar el trafico aéreo. Esta opcion me daba por un lado tranquilidad en lo laboral mientras durara mi trabajo militar y por otro lado tendría un futuro en lo civil en algún aeropuerto local, así que fui al edificio Cóndor y averigüe los requisitos Recuerdo que me dieron un excelente cuadernillo publicitario explicativo con todas las ventajas de ser miembro de FFAA y los requisitos físicos y estéticos. El próximo paso, definitorio era inscribirme en la base de Ezeiza en donde me iban a instruir sobre el examen medico, el teórico, la revisación medica y una cantidad de papeletas para tramites varios.
Al otro día me levante a las 0600 y me fui a tomar el colectivo 86 que me llevaba a Ezeiza. Me baje cerca de la base y camine unas largas cuadras de campo hasta que llegue a la puerta principal. Unos colimbas que estaban de guardia en ese momento me hicieron pasar al puesto de control que era una especie de casita pequeña ambientada para tal fin. Recuerdo que los dos soldados estaban comiendo unos pedazos de pan con mate cocido en unas jarras de chapa con asa. Me interrogaron por mi presencia ahí. Les comente lo que quería y me dijeron – ¿Estas loco pibe? Esa pregunta me paralizo ya que los dos muchachos lo hicieron al mismo tiempo. – No sabes lo que es esto, no sabes en lo que te estas metiendo ¡Mucha importancia no les di aunque si me dio cierta inseguridad. Salí  afuera a esperar al sargento de guardia para que me diera mas datos, y vi a unos  300 o 400 metros, una formación de soldados con  mochilas enormes a sus espaldas haciendo una instrucción. Mire mi reloj, ¡eran las siete de la mañana! En ese momento me encontró el soldado de guardia y me dijo: - ves flaco, esa instrucción la vienen haciendo desde las seis de la mañana y todavía les queda un buen terreno por recorrer. Mis pensamientos se pusieron claros, el costo de tanto sacrificio no valía la pena para mí. Me despedí de los muchachos agradeciéndoles y me volví a casa.
A los 22 años corría el año 1988 me fui a vivir a Salta con la intención de quedarme para siempre, obviamente que pedí un pase para terminar los estudios en esa ciudad. Como estaba trabajando con mi tío en un taller mecánico me anote en un colegio industrial que tenia esa especialidad, los primeros días me sentía como sapo de otro pozo pero no porque era de otra provincia sino porque tenia compañeros de 14 años... ¿mucha diferencia no? Las cosas en Salta no prosperaron y  como las veces anteriores tuve que dejar otra vez el colegio.
A los 26 ya era un hombre casado y un amigo me conto sobre un sistema de 3 años, en donde no había equivalencias y tenia que cursar todo desde cero. Sinceramente me convenía y se dictaba en una de las sedes de telefónica de Argentina. Con orientación en comunicaciones, vendría a ser un hibrido entre técnico y comercial. Para esa fecha atentaron contra  la Embajada de Israel, que justamente quedaba a la vuelta del edificio donde se dictaban las clases, las cuales lamentablemente se suspendieron y ya no regrese a ese lugar.
A los 29 años retome la iniciativa y me inscribí en un viejo amor, el Alejandro Volta. La decisión fue difícil ya que el industrial de noche me llevaría 8 años, pero me decidí a ser técnico en electrónica y ahí terminar mi ciclo escolar. Pensaba ya con mente de adulto, que podría trabajar por mi cuenta, tener un taller y reparar todo tipo de cosas. No era mala idea así que empecé a cursar. Ya me costaba bastante ir al colegio, que aunque era nocturno, había muchísima juventud y era como volver a la adolescencia. Como se imaginaran también lo deje pero esta vez fue por un grave accidente que tuvo mi madre cuando exploto el polígono de tiro de la calle Corrientes en donde ella trabajaba. Una vez mas los estudios quedarían de lado por un largo tiempo.
En el año 1996 tenia un empleo fijo en una importadora de computacion y empece a mirar institutos privados de corta duración para terminar de una vez por todas el secundario.
El ESBA es un sistema para que jóvenes y adultos a partir de los 17 años que no habían podido terminar o continuar sus estudios, lo hicieran en poco tiempo y sin mayores dificultades. Me inscribí sin dudarlo y pague matricula y dos cuotas, decido a todo. De las nueve materias que conformaban mi primer año industrial aprobado solo me tomaban como equivalentes tres. Así que con esfuerzo y constancia y con dos materias menos en el primer cuatrimestre, (solo curse tres) termine ese primer ciclo con excelentes notas.
La recesión que habíamos empezado a sufrir a partir de ese año paralizo mis expectativas en el segundo cuatrimestre al aumentar la cuota del establecimiento y con mi segundo hijo de apenas dos años, muchos gastos y poco ingreso, me llevaron a tomar la decisión de abandonar la secundaria privada por una cuestión financiera. No iba a poder mantener ese ritmo de pagos.
Al menos iba sumando, ahora tenia un primer año industrial y un cuatrimestre en el ESBA. ¡Todo un logro!
Ya en el comienzo del tercer milenio me anote en el programa ADULTOS 2000 del gobierno de la ciudad. Tenia un sistema de materias, las cuales se rendían en forma libre y gratuita. Era el sistema perfecto aunque la forma en que estaba diseñado apuntaba mas a que aumentara la tasa de deserción entre los adultos que querían terminar el ciclo medio. Se establecían una serie de apuntes muy mal organizados con estructuras pedagógicas ideadas por algún teórico que nunca estudio libre. También estaban las “Tutorías” que eran clases de apoyo  donde se trataban de explicar los complicados apuntes. En verdad una perdida de tiempo. Además era  muy engorroso ir de acá para allá. Las tutorías de las distintas materias quedaban en diferentes puntos de la capital, con horarios que no eran compatibles con mi trabajo, en fin. Después de año y medio sin haber podido rendir ni una materia y agotada la moral y la paciencia, Adultos 2000 paso a engrosar la carpeta de documentos y archivos de estudio.
El año 2001 ya con internet rodeando nuestras vidas, me entere que había una posibilidad de entrar a la universidad para aquellos mayores de 25 años que tuvieran experiencia en el rubro en el que querían estudiar y a través de un examen , que una vez aprobado, se abrirían las puertas para el ingreso a la facultad elegida. Era la posibilidad de meterme en la carrera de ingeniería en electrónica y no tener que estudiar tantos años en el industrial. Me sentía capaz para hacerlo, así que llene los formularios, escribí las cartas de intención, prepare los currículos, y presente todo el material en el dpto. de ingeniería de la unlam.
Mientras esperaba la respuesta de los ingenieros de la universidad, mi vida estaba atravesando, hacia tiempo, un periodo muy complicado en materia económica financiera. Ese año me había quedado sin trabajo y hacia poco tiempo habíamos comprado una casa a crédito que veníamos pagando cada vez con mas dificultad., Teniamos varias tarjetas de crédito(que la era Menem no había dado), una cuenta corriente y un crédito para arreglar la casa que habíamos tomado antes de que me despidieran. Esa bomba de tiempo no tardo en explotar y se nos vino la noche. Empezaron a llover las cartas documentos con intimación de pago. Una tras otra llegaban las intimaciones todas las semanas. La situación era caótica. Por ese entonces no tenia dinero para pagar un abogado que pudiera ayudarme a contener la escala de demandas que se me venían encima. Tenia un conocido abogado que si bien no podía llevar mis casos, oficiaba de abogado patrocinante y yo me dedicaba a ir ver el expediente y le comunicaba los proveidos del juez( asi se dice a las decisiones que toman los magistrados) y el me preparaba los escrito y me daba su firma.
Así fue que de tanto ir a tribunales y contestar demandas y de ir a negociar con los abogados de los bancos, y conseguir tiempo para dilatar los embargos, El derecho se fue metiendo en mí poco a poco. Me puse a leer mucho en materia jurídica. Primero el código civil y comercial, los códigos de procedimiento, cada vez que tenia una demanda buscaba información de los artículos citados y revisaba estas demandas  buscando errores en el texto y asi conseguir parar el proceso. Estaba aprendiendo a manejarme en el mundo legal.
A pesar de todos los problemas que tenía estaba a la expectativa del famoso llamado de aprobación en la facultad de ingeniería de la Universidad de la Matanza.
Al final de cuentas el llamado vino y me informaron que había sido aceptado para el curso de admisión de la carrera de ingeniería en electrónica y podía empezar los primeros días de febrero de 2001.
Tenia que cursar tres materias en el verano. Física, Matemáticas e introducción a los estudios universitarios. Me empece a preparar en enero y ahí entendí la dimensión que tenían esas materias. Había conseguido un cuadernillo para el ingreso y mi conocimiento apenas pasaban las primeras dos hojas, ya sea de matemáticas o de física, no entendía nada. Estaba en el horno y a fuego máximo.
Una profesora de matemáticas me dio una mano y empece a digerir un poco mejor los contenidos de esos fatídicos cuadernillos técnicos hasta que llego el día de empezar las clases de verano.
El primer día que fui a la universidad me sentí importante. Había logrado traspasar las fronteras del secundario y ya estaba a un paso de transitar los caminos de la ingeniería.
Cuatro días duro el curso de ingreso para mí. En esos días en que sentado en la mitad del salón escuchaba las clases de los profesores, mi mente no estaba en sintonía con la realidad que me circundaba. Mientras los demás sacaban cálculos sobre teoremas de circunferencia o aplicaban Pitágoras o dividían letras con números, yo estaba pensando en el derecho, en los tribunales, en las causas que tenia pendientes o que artilugio inventar para ganarle mas tiempo a algún abogado que me tenia en la tabla con la espada en la nuca.
No estaba siendo feliz en esa situación, y al cuarto día en el medio de una clase, me levante y me fui para siempre de la ingeniería y de la técnica en general.
A partir de ahí empezaría la era legal.
Cierto día del año 2002, caminando por las calles de lugano vi un cartel que decía ”Termina el secundario libre”. Me acerque por mera curiosidad. En un antiguo comité radical y dentro del local, compartido por un gasista plomero, había una gran mesa y unos libros sueltos. Me recibió una anciana de alrededor de 80 años, muy pituca, de las que salen a tomar el te en caballito. Esta abuelita muy simpática me conto que en el gobierno de la ciudad había un plan de estudios libres llamado “BLA” que no era muy conocido y a decir verdad estaba en decadencia, con planes de estudio desactualizados, pero valedero para rendir. A mi me pareció interesante y nos pusimos a ver los programas y las equivalencias. Eran tres ciclos de aproximadamente 20 materias en total .Además como era de la ciudad era gratis. El trabajo de la señora era prepararnos y nos hacia rendir en los colegios municipales de la ciudad.
Sin otro papel que mi fotocopia del analítico de primer año me saco las equivalencias, y me anoto en el segundo ciclo, eso me daba cierta alegría ya que no tenía que empezar nuevamente.
Había mucha gente cursando estas clases pero poco a poco, a medida que iba participando de las mismas, me di cuenta el descontento que había por las densas charlas de la viejita que, aunque simpática y enternecedora, se desvían de nuestro interés y nos hacían perder precioso tiempo y no podíamos aprovechar su lucida capacidad.
Entre tires y aflojes llego el momento de rendir. Me había preparado para dar tres materias del ciclo que me correspondía y me fui al examen en el colegio Nº 4 de Lugano. Un establecimiento donde concurren adolescentes de bajos recursos.
Mi primer examen fue “Matemática 2”, la cual pase sin problemas.
Al otro día teníamos que rendir la segunda materia Encontramos a la viejita en la puerta y nos ataja antes de entrar. Con cara de desentendida nos dice – Si preguntan de donde vienen digan que se presentan libres.-
Era raro que nos dijera eso, porque supuestamente la situación era normal y ella trabajaba para el programa.
La cosa fue que cuando me encontraba en las gradas del patio cubierto, repasando cívica 2, se me acerca una señora grandota  con voz gruesa me dice:
-¿vos venís a rendir con el bla?
– Si – respondí de inmediato
-¿con quien venís? 
- libre- respondo como había quedado con la viejita
- ¿libre? ¿Te anotaste en secretaria? –
- No – respondí .
Me pidió que la acompañara a la dirección y accedi. Ya no me gustaba la situación. Además de los nervios del examen me esta alterando esta situación nueva.
La directora, en una charla muy cordial, me explico la situación. La viejita preparaba alumnos pero ella no estaba vinculada con el plan ni con la escuela. Según la directiva esta señora tenia problemas mentales y la conocían muy bien. Aunque no hacia daño, tampoco se manejaba conforme a las normas.
Desconcertado, pedí que el establecimiento tomara en cuenta mi situación ya que había rendido una materia, accedieron a enviarme al consejo de educación para que revisaran mis equivalencias. Me anotaran formalmente en este plan que estaba en sus últimos años de vida y en arreglo excepcional me tuvieron en cuenta la materia que había rendido y aprobado.
Así fue, que con una nota firmada por la escuela me dirijí al sector de equivalencias a validar el plan y la inscripción. Con todos los analíticos que tenia, todos los pases de escuela y fotocopias correspondientes, me presenté para que me evaluaran las equivalencias en mesa de entradas. Contento, expectante, convencido que esta era la última etapa de mis estudios secundarios, haciendo cálculos en 1 año y medio terminaba, además supuestamente me quedaban menos de dos ciclos para terminar. ¡Ya me sentía en la recta final !
Después de esperar un buen rato parado en la mesa de entradas un funcionario de esa dependencia me trae unos formularios y todos mis documentos:
-Señor, usted tiene que dar las 20 materias del plan.  - Me dijo con vos afeminada  ------¿Pero… no tengo equivalencias?
-No, su plan de estudios no es compatible con ninguna de las materias del Bla. ¿Lo acepta?
Abatido por enésima vez, sin otro remedio y resignado a la situación, complete la solicitud y me dieron el correspondiente acuse de recibo. Debía empezar el secundario desde cero. ¿Porque se me hacia tan difícil terminar el secundario?
Con mucha introspección me trate de auto analizar sin éxito obviamente y decidí ir al psicólogo para tratar de encontrar respuestas. Después de un par de charlas el profesional me recomendó que me fijara en las fechas en las que volvía a inscribirme o tomaba la iniciativa para hacerlo y coincidimos en que alguna relación con mis padres tenía esta coincidencia, precisamente con la separación de ellos.
Asumí en ese momento que debía ser eso lo que fastidiaba mi crecimiento educativo y empece a dejar ir esos sentimientos que no me estaban haciendo nada bien. A todo esto ya tenía 34 años.
Volviendo al BLA, Bachillerato Libre Acelerado, un viejo plan de estudios para aquellos adultos que no habían terminado el secundario, estaba obsoleto. Desde su implementación en 1977, no había sido modificado a las normas vigentes y su plan de estudios junto a sus apuntes en forma de cuadernillos se vendían en una editorial situada en San Telmo, (la única que había para tal fin). En todas las materias que fui a rendir tuve problemas porque los programas decían una cosa y los profesores tomaban con otro programa. Un desastre.
De cada materia que rendí en ese plan y en el colegio EMEM N° 4 de la calle Riestra en el barrio de Villa Lugano, tengo anécdotas, buenas y malas.
Recordando lo escrito en algún párrafo anterior, había dado Matemáticas 2 por creer que tenía equivalencias aprobadas y al descubrir que no era así se planteo el primer problema administrativo,  el secretario de la escuela secundaria, Rodolfo, me atendió y me explico lo delicado de la situación y me dijo – Rendí ya Matemáticas 1 y si aprobas te tomo la otra como aprobada pero sino empezas todo de nuevo.
Al otro día me presente y di la materia aprobándola.
En ese mismo llamado de materias rendí Geografía 1. En el examen había tres personas incluyéndome siendo el ultimo en rendir.
La  mesa estaba compuesta por una profesora como presidente y dos profesores mas. La docente femenina me paseo por el programa y me tomo un examen de casi hora y media, el cual yo rendía de la mejor manera posible pero la profesora insistía en exprimir mi humanidad de la peor manera posible, a tal punto que cuando estabamos al final del examen, no quería aprobarme. La sabia experiencia de uno de los profesores la puso en vereda cuando le dijo.- Ya esta bien. Imagínese que el hombre tiene que trabajar y venir a estudiar y dar libre porque quiere progresar en su trabajo no lo podemos matar. Dio un examen aceptable.
La profesora asintió con desgano y firmo la planilla en desacuerdo, pero a pesar de todo, mi tercer materia estaba aprobada.
A partir de ahí y hasta principios de 2005, apenas pude rendir 10 materias incluidas las tres que había contado anteriormente. Distintos inconvenientes como ser horarios laborales y problemas personales  habían retrasado el desarrollo de los exámenes como los había organizado. En esa época trabajaba muchas horas en  una empresa importadora de computación. Un compañero de trabajo me recomendó una carrera terciaria, MARTILLERO PUBLICO, que se estaba dictando en la Universidad de la Matanza y que había comenzado hacia pocos años. Si bien no había terminado el secundario, pero anteriormente había podido ingresar en el 2001, al curso de ingreso de ingeniería de esa universidad por medio de ART 7° de la ley superior de educación, que decía que si un mayor de 25 años con experiencia en el rubro y con un curriculum acorde a la carrera elegida y si rendía el examen de ingreso podía ingresar a la carrera elegida. La posibilidad de esta instancia terciaria con la aprobación de estos requisitos habría una nueva expectativa en mi vida y en mi futuro. Aunque no era precisamente lo que la vida me había llevado a decidir para el futuro, se acercaba bastante al trabajo en el área legal, ya que martillero era un auxiliar de justicia y operaba como rematador y como tasador judiciales, pero también habría un abanico de posibilidades laborales como el área inmobiliaria.
Luego del comentario de mi amigo y compañero Dieguito, me puse en campaña para averiguar y me fui a la universidad con la ilusión de dejar atrás el ciclo medio, salteándome una buena cantidad de materias secundarias y sin mirar atrás me anote en la carrera. Lo mejor de todo eso fue que al entrar en esta nueva posibilidad de estudios, podría engancharme fácilmente con la carrera de abogacía que era mi objetivo final, pense que podía chicanear al sistema ya que al ser alumno de la universidad, no me tomarían el exigente examen de ingreso para la carrera de grado antes nombrada.
Para resumir esta etapa que me dejo 6 materias aprobadas y dos años de cursada, me cambio la forma de estudiar y transformo mis ideas y razonamientos. Realmente analice el tiempo que me llevaría terminar esta tecnicatura y las posibilidades laborales y llegue a la conclusión que no debía perder mas tiempo y dinero y finalizado el 2006 me propuse entrar en la carrera de derecho de la misma universidad.
Con el pecho hinchado, 6 materias aprobadas: Derecho Constitucional 8, tasaciones 8, Historia económica 7, comercialización 8, arquitectura y urbanismo 7, y taller de oratoria 10, me presente en la oficina de alumnos para pedir el pase de carrera.
La decepción fue muy grande al saber que no había pase de Martilleros a Abogacía. Había que rendir el eliminatorio examen de ingreso después de hacer el curso de verano que constaba de tres materias a cursar de lunes a viernes de 19hs a 23hs, un mes y medio y luego rendir un examen final por cada materia. Eso no era problema.
La cuestión venia porque tenia que volver a presentar el asunto del art. 7°. Otra vez los papeles, los currículos y la carta de intención. No había problema tampoco.
Los primeros días de diciembre de 2006 el departamento de derecho de la universidad de la Matanza, me convoca para una reunión con el vice decano a los efectos de aprobar o rechazar mi solicitud después de hacerme una entrevista personal. Recuerdo las palabras del funcionario diciendo:
-       Señor Luna, después de ver su historial y escucharlo personalmente quiero aconsejarle que se provea de los apuntes necesarios para el curso de ingreso y vaya preparándose porque Ud. Se encuentra apto para ingresar en la carrera después de rendir los exámenes. Voy a elevar el expediente aprobado a la junta académica y en los próximos días lo estarán llamando para terminar con el papeleo. Mucha suerte.-
Después de escuchar esas palabras y junto a otros estudiantes que se encontraban en mi misma situación, nos dirigimos a comprar los apuntes del curso preparatorio y me dedique exclusivamente a prepararme para el mismo.
Todo diciembre y la primer semana de enero de 2007 estuve angustiado porque no me habían llamado para terminar el tramite pero esa primer semana de enero me relaje y supuse que todo tendría su tiempo, así que espere confiado.
El viernes 5 de enero, último día para realizar cualquier trámite en la universidad, me llaman al mediodía para decirme que pase a retirar mi documentación porque la solicitud había sido rechazada. ¡ Plop !
A esta altura de la historia Uds. Deben estar pensando... ¡que imaginación el autor!, parece la historia sin fin de algo tan sencillo como terminar los estudios, pero no, no es un invento. Es real, absolutamente cierto.
Enardecido, como en un día de furia, me fui a la universidad a buscar explicaciones. Llegue a la oficina de alumnos y apenas le dieron importancia a mi situación. (Los art 7° no eran bien vistos, en general, los que no terminaban el secundario no eran bien vistos por los que si lo terminaban.) Subiendo temperatura me fui al departamento de abogacía en donde este vice decano me había aprobado la solicitud y además me había hecho gastar casi 40 pesos en material que iba a terminar adornando la biblioteca de apuntes de mi casa.
En derecho estaban todos de vacaciones.
Con la moral vencida, enfermo de los nervios, derrotado y sin poder insultar a nadie, volví a mi hogar.
Pero el dicho lo dice bien claro “lo que no te mata te fortalece”, y la decepción del ingreso a derecho en la UNLAM, me toco el orgullo y para no tener que pasar por eso nunca mas, me propuse terminar el secundario si o si ese año 2007.
Prepare y rendí 5 materias en febrero y las otras 5 las prepare para agosto donde rendí cuatro y me quedo Química. Pedí una mesa especial por ultima materia y el 4 de septiembre después de aprobar con 8, termine el secundario luego de 28 largos años de idas y venidas, de comenzar y recomenzar tantas veces, en aquella escuelita de Lugano, una semana después, retiraba mi certificado de finalización de la escuela media. Me sentía raro, porque no sabia si reír o llorar, si saltar o desmayarme, no sabia que hacer así que no hice nada. Me fui a casa donde me esperaban para celebrar el acontecimiento. Mi mujer Adry agradecida, ya no la iba a fastidiar mas con búsquedas de escuelas o sistemas de secundario libre o a distancia, ya no tendría que depender de algún art 7° o de la caridad de algún funcionario que a la luz de algunos papeles pudiera decidir si yo era apto o no. Tenía el certificado y ahora tenia el poder de decisión para elegir la universidad que quisiera, y así fue.
En el año 2008, curse y aprobé el ingreso a la carrera de Abogacía en la universidad Nacional de Lomas de Zamora, en donde hoy estoy promediando la carrera de Abogacía…



                                                                                                                                 FIN

Nigth Club Karim´s

Club Karim No me podía concentrar aquella noche lluviosa. Aunque trataba de olvidar los hechos acaecidos unas horas atrás, no lograba p...