miércoles, 23 de septiembre de 2020

Desde que ella se ha ido


Querido amigo

Espero que te encuentres maravillosamente bien en tu nuevo destino laboral, Ámsterdam, y  aunque estas bastante lejos y podríamos usar internet, sabes que me gustan las cartas a la antigua, en papel y aquí estoy, escribiendo una.
Es una destemplada noche de otoño mientras comienzo mi relato de vida, y de a poco el frio se va estableciendo en la ciudad. Aquí las cosas siguen igual como te supe escribir en la carta anterior. Desde que Mili se fue no he podido conciliar el sueño. Dormir en las noches se ha vuelto una utopía imaginaria solo en la mente de los pocos amigos que me visitan. Ellos quieren que lo haga, y de esa forma, poder robar las pocas migajas que dejo sobre la mesa. Esos ratones ni siquiera tienen ganas de molestarme. Creo que en poco tiempo se irán, abandonándome como todas las otras personas humanas que me rodeaban en la época que estaba con Mili, en la que era feliz a su lado.  Tampoco tengo apetito como antes, pero me alimento con lo esencial. A veces presiento que Mili regresará y trato de sentirme mejor. Cada vez son más aisladas esas sensaciones porque ya estoy entrando en la etapa en que no creo que vuelva.
Como te decía, aquí las cosas están igual. Sigo trabajando para esa editorial que me envía textos para corregir. También cada vez menos pero lo hacen y me sirve para ganar algún dinero. De todas formas todavía tengo algo de las regalías de los libros anteriores. Lo bueno es que tengo que salir muy poco y trato de aferrarme a ese estado ermitaño como para establecer un margen de protección contra mujeres malvadas destructoras de corazones sensibles. Sé que no debería sentir odio pero la odio y no debería pero a la vez la extraño tanto… todavía la siento acariciándome la cabeza cuando, en su regazo, le recitaba mis poemas. Ella adoraba mis poemas y mis cuentos. Sentía que me admiraba mucho más de lo que yo a ella. La extraño tanto.
Hace poco me visito una amiga que hacía muchos años no veía, hacia tantos años que todavía no había conocido a Mili. En realidad vino a pedir una recomendación y apenas habíamos tomado un te ella estaba encima mío. Supongo que también se sentía sola. Pero yo no estaba de ánimo para el sexo. No como cuando estaba con Mili. Recuerdo que teníamos maratones de siesta casi todos los días. Ella siempre estaba dispuesta y andaba casi desnuda por toda la casa. A mí me gustaba su desenfreno pero debo admitir que me desconcentraba casi todo el tiempo. Con ropa o sin ropa se le notaba la sensualidad expuesta 360 grados. 
Ahí me di cuenta del daño que ella me había causado. El abandono físico y moral al que me había sometido su alejamiento. Su ausencia se me notaba en el rostro, en mis manos en la piel. Mis labios lejanos de los suyos, mi rostro reseco de sus mojados besos, esos que estremecían mis órganos vitales. No sé si pueda recorrer el camino que me queda de vida sin su compañía. Me siento como un astronauta vagando por el espacio infinito, abarcando la negra soledad, solo con su traje espacial y contando los minutos que le quedan de oxígeno para respirar. Solo en el medio de la inmensidad, flotando al antojo de la falta de gravedad, a la deriva en el cosmos, a la buena de Dios.
Querido amigo, creo que debes ser el último que me quedaba ya que al recibir y leer esta carta estoy seguro que no querrás saber más nada de este deprimente escritor que no puede resolver la simple separación de su mujer. Es que no era solo una mujer; era la vida misma, la tierra y la flor, el agua y el aire, la combinación perfecta de todo lo que te puedas imaginar. No es que fuera muy linda, tú no la llegaste a conocer más que por esas fotos locas que nos sacábamos en la playa o en la montaña, saltando los ríos pequeños, chapoteando en la costa de Santa Teresita o cuando alquilamos esa cabaña cerca de la cordillera. Como sufrimos el frio de montaña. Nos tapamos con todo lo que había en ese lugar y teníamos todo nuestro cuerpo congelado al llegar allí. Estuvimos un día y una noche acostados en la cama, con el hogar a leña ardiendo todo el tiempo hasta que nivelamos la temperatura de nuestros cuerpos con la de la cabaña. Fue mágico estar en ese lugar. Fueron los días más románticos que pude haber vivido jamás. Mili ya no está pero su recuerdo flota en todo el departamento. Su olor no se ha ido. Me parece todavía verla pasar hacia la cocina solo con su remera naranja, esa que apenas pasaba de su cintura y su exquisito caminar dejaba sus glúteos expuestos a mis enamoradas miradas. Creo que voy a volverme loco.

El sonido del timbre de la puerta de servicio me saco de cuadro y por un momento deje de divagar por la triste y dolorosa nostalgia que me causaba la ausencia de Mili.
Me acerque a la puerta y por la mirilla vi que era el encargado del edificio, pero de todas formas hice las formales preguntas:
-        Quien es  ¿Pregunte con vos quebradiza?-
-        El conserje, Disculpe la molestia Don Látimer (Ese era mi seudónimo), vengo a pedirle un favorcito si no es molestia.
-        --Adelante Rodrigo, no es molestia, dígame que se le ofrece. – Respondí con amabilidad.
-        --Es mi hija la que necesita un favor, es para la facultad, está haciendo una tesis y yo le dije que Ud. era escritor y hacia correcciones de libros. ¿Cuánto me cobra por revisar su trabajo final? --Respondio Rodrigo sin respirar.
Bromeamos un poco hablando de los vecinos y cosas que pasan a diario y como siempre a Rodrigo le gusta contar alguno que otro chiste de política o de futbol.
-        -- Déjemela Rodrigo, este fin de semana la reviso. Pase el lunes por la noche que se la entrego. No se haga problema por el dinero. -- Le respondi aceptando la carpeta. Siempre me está haciendo favores y nunca me quería cobrar.
Rodrigo se fue contento al saber que iba a  ayudar a su hija con la tesis final y  yo me conformaba con eso. Sin darme cuenta estaba un poco más animado. El conserje me había inyectado un poco de optimismo con sus bromas  y su particular manera de hablar. Eran las 20:54 y decidí preparar una jarra de café para pasar una noche más en vela, sin poder cerrar los ojos y pensar en ella cada hora. Abrí la despensa y con desagrado observe que el café se había terminado. Rodrigo se habría retirado a estas horas y no podría pedirle al sereno que me compre el café porque tenía prohibido abandonar el edificio. La sola idea de tener que salir me producía rechazo absoluto, hacía meses que no salía de la casa. Pensé por un momento no tomar café por esa noche, al menos hasta las primeras horas del día en que pudiera mandar a comprar unos kilos de café para que no me falte. Pero el café era un vico. Cómo el fumador que no puede tener el paquete vacío y sale a cualquier hora para buscar un quiosco de esos que están las 24 hs., abiertos. Ahora los llaman Drugstore. Junte fuerzas y me cambie para salir a ese mundo alocado del cual no tenía noticias desde que ella se había ido.
Siempre había gente en la avenida, Cabildo y Juramento era paso obligado para todo el mundo. Llena de colectivos, taxis y autos particulares, peatones que cruzaban en todas direcciones, ruido de bocinas y transitar de autos y colectivos, el bullicio de la vida diaria al que me había desacostumbrado hacía tiempo. Nos habíamos mudado a Belgrano porque a Mili le gustaba mucho ese barrio. Había muchas plazas y parques, lindos lugares para visitar y para salir a comer, también estaba cerca del microcentro y de Palermo. A mí particularmente me gustaba porque había estudiado parte de mi adolescencia en Belgrano y además estaba el barrio chino que, al tenerlo pocas cuadras, lo visitábamos casi a diario.
Un bocinazo me hizo despertar de ese paralizado estado de melancolía enfermiza  y me apure a cruzar la avenida Cabildo, antes que corte el semáforo, en dirección hacia el mercadito que estaba en la mitad de cuadra. Al entrar me dirigí directamente hacia la góndola del café pero  a medida que avanzaba, iba mirando otros productos que hacía tiempo faltaban de mi despensa. Entonces tome un carro vacío y empecé a comprar distintos productos que imagine que no tenía, ya que no los había visto en el mueble. Ella siempre hacia las compras – pensé por un segundo y seguí metiendo productos en el chango de una manera impulsiva.  Yerba para el mate, tomates perita, legumbres enlatadas, galletas dulces y un perfume que estaba a buen precio. También compre productos para la limpieza. Llegué a la caja y la empleada me saludo por mi apodo – Que bueno verlo ¡Sr Latimer! exclamo la cajera y me quede paralizado sin comprender como conocía mi nombre. Tengo algo de popularidad editorial pero no masiva. Supuse que Mili le contaba a todo el mundo sobre nosotros y alguna vez le mostro mi foto. No sé. Pague y Salí. Crucé nuevamente Cabildo, esta vez por la esquina y a pocos metros del edificio, el policía que hacia la guardia me saludo de igual manera que la cajera. – ¡Qué bueno verlo por la calle Don Latimer!, Cruce dos palabras con el servidor de la ley, entre al edificio y salude nuevamente al sereno y subí al ascensor automático y veloz que me llevo en 5 segundos al 7mo piso. Ya en mi departamento corrí a un espejo para  comprender que veían de extraño todas estas personas que me conocían unidireccionalmente.  
Triste fue reconocer que la vida me había pasado por encima. Con aspecto deprimido, mucha barba, aspecto desalineado como desganado. Con razón ella me había abandonado. Cualquier mujer hubiese visto mi aspecto y habría actuado de la misma manera que lo hizo ella... Pero yo sabía que ese no había sido el problema. La culpa había sido mía. Y era toda mi responsabilidad porque Mili era perfecta.
Decidí ducharme para renovar mi aspecto descuidado por tantos meses desde que Mili me abandonó. Recordé en ese instante la carta que estaba escribiendo a mi amigo de la infancia, pero realmente necesitaba esa ducha. No sé cuánto tiempo estuve en la ducha. El agua caliente me relajaba por completo, parecía penetrar mis células agotadas de tanta depresión, resecas de amor. Me sentía diferente, el agua y el vapor del baño, habían provocado un cambio radical. Parecía que todas mis células se habían reacomodado. Me afeite y, al verme en el espejo note que había vuelto a recobrar el color en mis mejillas, había vuelto a ver a ese hombre que una vez supo disertar frente a dos mil personas en el Hotel Sheraton. Así me sentía de enorme cuando estaba con Mili.
Una vez bañado y afeitado me dio un poco de frio y me recosté en el dormitorio a ver televisión. Había dejado que el café se hiciera solo en la cafetera eléctrica y pensé en tomar un poco después de comer algo de lo que había comprado en el supermercado. Al parecer me quede profundamente dormido.
No sé cuántas horas estuve acostado. Al abrir los ojos me quede contemplando el techo, con el rostro feliz, descansado. Hacía mucho tiempo que no me levantaba de la cama con un salto. Fui hacia la cocina a tomar un vaso de agua y vi la cafetera encendida y llena de café, me serví una taza y fui a mi escritorio, encendí la computadora y me puse a leer los diarios que me habían pasado por debajo de la puerta, instintivamente mientras tomaba a sorbos el café. Vi el talonario de hojas en donde estaba escribiendo la carta y volví a leer la tapa de los diarios que ahora tenía apoyados en el escritorio y me sorprendió una noticia que me dio mucha curiosidad porque me sacaba de espacio tiempo:
-        El SUPERCLASICO TERMINO 3 a 0 –
No entendí esa tapa del diario ya que el superclásico se jugaba el domingo a la tarde, y ese tendría que ser un titular del lunes. Busque la fecha en el periódico y con gran asombro descubrí que ese diario era del lunes 4 de Mayo de 2015.
Ahí tome dimensión de todo. Había dormido 48 hs. sin parar. Sin soñar, sin levantarme. Había dormido esa cantidad de horas que me faltaban de sueño por tantas noches de insomnio, tantas noches de tristeza y recuerdo de mi gran amor, de la mujer que me había atrapado en cuerpo y alma. Aquella mujer que me había abandonado y con justa razón porque yo la había engañado. Me quede sentado un buen tiempo en el escritorio meditando todo lo que había pasado, pero ahora era diferente. Ahora tenía otra actitud. Me sentía con ganas de hacer, de hablar de salir.  Creo que empezar a contarle a mi amigo lo mal que me sentía, tuvo un efecto contrario al que yo esperaba. En vez de sumergirme en la profunda tristeza que me ofrecía el recuerdo de Mili y mi constante reproche contra la forma en la que había actuado, genere una suerte de autocompasión que hizo una catarsis positiva.
Mire el reloj y casi eran las 19 hs. Sobresaltado recordé la tesis que me había dejado Rodrigo y me quedaba poco tiempo antes de que el encargado se retirara y la viniese a buscar, así que me puse a leer el trabajo de la hija de Rodrigo. Agarre la carpeta y al hojear la portada me sorprendió el nombre: Milagros Carpena. ¿Podía ser posible? pero algo pasó. No me sentí mal, lo tome como una señal en pos de mejorar, de no sentirme más miserable por un error que había cometido y darme una oportunidad para ser feliz. Terminé de leer la tesina, a la que casi no hube de corregirle nada. Se notaba la prolijidad del trabajo y lo bien que había estudiado la carrera esta chica y estaba seguro de que iba a tener un futuro promisorio en la edición.
Estaba a punto de servirme otro café cuando tocaron el timbre. – Debe ser Rodrigo que viene a buscar el trabajo de su hija y puntualmente como habíamos quedado. Abrí la puerta directamente, esta vez sin usar la mirilla sabiendo que era él quien venía y al abrir la puerta me sorprendí, una vez más como lo había hecho ese día.
-        Buenas noches Sr Latimer, disculpe la molestia, soy Milagros, la hija de Rodrigo y vengo a buscar la tesis. ¿Pudo revisarla? –
Me quede mirándola unos cuantos minutos, con la boca casi abierta en actitud de asombro, de maravillosa asombro. Tenía el pelo largo y lacio, enormes ojos negros estilo árabe, una sonrisa de blancos dientes y una voz entre media y gruesa. No era muy alta y bien proporcionada.
Apenas pude recuperar el habla después de ver semejante belleza, la invite a pasar y le ofrecí una taza de café la cual acepto. No podía precisar la edad pero calculo que tendría unos veintiocho años.  Empezamos a charlar y ella me conto un poco de su carrera y como la había elegido, que su padre le había contado sobre mi hacia unos años pero ella nunca quiso molestar solo en esta oportunidad porque le habían rebotado la tesis dos veces.
Su delicada forma de habla pero con la firme expresión de su vos medio gruesa me daba ganas de seguir hablando todo el tiempo. Tenía una cultura general sorprendente y hasta me hizo una crítica interesante sobre mi último libro que me dejo pensando si no me convenía contratarla como editora para mi próximo trabajo. Sin darme cuenta por la hora se hicieron las nueve de la noche y ella se levantó para retirarse.
-        Mi padre me va a llevar a mi departamento – me dijo
-        ¿Vivís sola? respondí con curiosidad.
-        Si, vivo en Villa Urquiza. No es lejos pero está en camino de Papá y aprovecho el viaje.
-        Perfecto. Ojala te sirva lo que te apunte en el trabajo. Fue muy poco porque esta excelente la tesis.- Le hablaba ya con un tono de viejo verde enamorado, aunque solo le llevaba diez años nada más.
-        Por favor Sr Latimer, me ha ayudado muchísimo.
-        No es nada, ese tipo de trabajos nadie te lo a poder rebotar, esta para un diez. Pero dime Alejo, que es mi nombre.
-        Bueno, gracias Alejo – dijo con vos tierna y complaciente.
-        ¿Cómo puedo agradecerle? mi padre me dijo que no me iba a cobrar. – susurro con tono avergonzado.
-        No hay problema. Tu padre siempre me ayuda con algunas cosas y esta es una hermosa forma de retribuirle los favores. Además no sabía que tenía una hija tan hermosa. – No me había dado cuenta de que estaba coqueteándola con mis palabras y vi que su rostro se sonrojaba y trate de salvar la situación.
-        Te pido disculpas Mili no quise ser mal educado. – Sin darme cuenta otra vez, le había dicho Mili. pero a ella le gustó. Otra vez sonrojada me dijo:
-        También eres muy apuesto. dijo y bajo la cabeza como con vergüenza pero con decisión.
Quedamos en seguir conversando otro día o quizá tomar un café cerca de la facultad donde estudiaba y a la cual iba siempre. Coincidencias que uno no conoce hasta que se presentan las condiciones.
-        Llámame. – Fue lo último que le dije y se fue.
Mirándonos todo el tiempo hasta que tomo el ascensor que estaba justo a la mitad de pasillo. Creo que habíamos conectado pero no me quise ilusionar. No quería volver a sufrir. Cerré y me apoye sobre la puerta como un niño enamorado tratando de recordar su perfume, su voz cautivante, su pelo tan lacio y tan brilloso. Me senté en el escritorio extasiado por todo lo vivido, me había olvidado de la carta que estaba escribiéndole a mi amigo de Alemania. 

Tome los papeles en donde estaba escribiéndola y me puse a releerla. Me puse triste por las cosas que había escrito. La depresión que tenían esas letras de seguro haría que mi amigo nunca más quisiera verme, ni siquiera  por internet. Sé que lo que le contaba era la más pura realidad, pero las cosas habían cambiado. Rompí esas hojas escritas con tanta melancolía negativa y encendí la computadora nuevamente. Abrí el correo Gmail y empezaron a bajar innumerables correos electrónicos que no había revisado. Abrí un nuevo correo y empecé a redactar:

Querido amigo
Espero que te encuentres bien. Sabes que me gusta escribir cartas por correo tradicional pero tardan mucho en llegar. Te cuento que me separe de la chica con la que viví estos últimos años y que no llegaste a conocer. Estuve un tiempo deprimido pero la vida me puso en el camino un ángel de cabellos negros que me tiene enamorado. Dicen que el tren pasa una vez en la vida y que si no te subes a él, nunca más te sucederá, pero yo no estoy de acuerdo. El tren pasa siempre, solo tienes que estar dispuesto a subirte en él, y eso es lo que hago. ¡Subirme nuevamente al tren del amor!
Mañana te escribo y espero tu respuesta,
Un gran abrazo

                                       Alejandro Luna








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